Había una vez un trompetista que tenía el súper poder de inflar los carrillos de la cara como si se comiera una micro bomba nuclear, se convertía en un sapo gigante, que de traje sastre, hacia las delicias de los espectadores cada vez que iban a ver su gran orquesta a Harlem. Él era uno de los padres fundadores del bebop, esa primera revolución musical de raza que hicieron los afroamericanos en los E.E.U.U. El personaje en cuestión es Dizzie Gillespie que casi sin darse cuenta entraba por la puerta grande de la historia del jazz. Pero Gillespie más que un trompetista, cantante, arreglador y showman, era un estudioso de la música popular y fue uno de los primeros músicos estadounidenses en darse cuenta que, si se sumaba la percusión afrocubana al jazz algo impresionante tenía que pasar, conjeturas que hacía junto a su amigo y también músico Mario Bauza a principios de la década del 40’.
En Cuba ya existía un timbalero mayor con su monarquía asegurada hasta la eternidad, su nombre era Luciano Pozo González, para los amigos “Chano”. Pequeño en estatura, moreno y extrovertido, con dones innatos para la música y la percusión, Pozo era de una familia muy humilde, vivía en uno de los solares más pobres de la Habana, donde fueron a vivir la primera generación de esclavos libertos a la ciudad. El timbalero se hizo a punta de calle y correrías, pasó dos veces por correccionales juveniles allí le enseñaron a leer y a escribir y algo de mecánica automotriz, pero lo suyo siempre fue la música, los tambores y el baile.
Una de las fotografías características de Chano Pozo es una en blanco y negro en que se le ve impecable de camisa, pantalones y algo como una corbata tocando su conga al mismo tiempo que abre la boca en un éxtasis total de jolgorio. Lo más increíble que he escuchado de este timbalero era su capacidad de armar arreglos orquestales en su cabeza sin saber ni un rudimento de teoría musical. Memorizaba las líneas melódicas por instrumento y las cantaba, junto con el ritmo natural que incorporaba, así hizo más de 40 composiciones que pasaron a ser parte de los clásicos de la canción cubana.
A Chano por supuesto que en un momento de su meteórica carrera la isla le iba a quedar pequeñita, tenía intenciones de cruzar las 40 millas y probar suerte en los E.E.U.U, más aun si ya tenía noticias de que parte de sus canciones se tocaban por giras dentro del país del norte y en Europa. Así llego un día con una maleta, su novia de turno y las ganas de comerse la gran manzana. Y ocurrió la junta alquímica de la mano del traductor oficial de ese momento Bauza, se pusieron de acuerdo y Pozo se incorporó a la orquesta de Gillespie. La leyenda dice que la herencia africana bantua operó en esa comprensión más allá de cualquier barrera idiomática.
Luego comenzaron las giras y el trabajo musical, hasta que un día Chano con su semi inglés llego donde Gillespie y le explicó “hombre tengo una línea para contra bajo que va así: tan tararan ta tan ta tan tan.” El trompetista comenta en varios documentales que de forma automática y casi sin ver el papel comenzó a anotar cada una de las onomatopéyicas instrucciones que le daba Pozo para el bajo, los vientos y la percusión, luego de lo cual le dijo que se necesitaba unir las líneas con más armonía y un puente, así nace uno de los primeros clásicos de la historia del latin jazz “Manteca”, de hecho el primer grito de “Manteca” lo da Chano a viva voz en la grabación.
Ingenuamente pensé que “Manteca” hacía referencia a la sabrosura de la mezcla entre el ritmo afrocubano y el bebop y en parte creo que esa era la intención para que lo interpretara así el público en general y las radio emisoras, pero en esa época en el slang latino newyorkino le decían “Manteca” a la mariguana y nuestro buen Chano Pozo, como el hijo de Dionisio que era, conocía a la perfección la hierba sicotrópica y se jactaba de saber con un par de fumadas la calidad de la misma.
Ted Gioia en su Historia del Jazz reduce a Pozo a la altura de un matón talentosísimo para las percusiones y comprobamos la ceguera total que tiene de la biografía del timbalero. Chano pertenece a esos semidioses bajados desde el Olimpo a las zonas más deprivadas del mundo con la misión de darle felicidad al pueblo de donde nacieron, así pasó también con Mané Garrincha, Juan Gabriel o Maradona. Dicen muchos testigos que en el barrio donde vivía Pozo era considerado una personalidad por su éxito musical y económico y el timbalero nunca quiso cambiarse de ese solar. Junto con eso Chano era ñáñigo practicaba la regla abakua y sabía todo sobre los tambores y los toques ceremoniales, él también era respetado por ese aspecto religioso de su personalidad. Pero al igual que los otros semidioses nombrados tenía sus exabruptos; un guardaespaldas le disparó 5 tiros después que lo atacó, mientras intentaba hablar con su representante en la Habana, para que se le entregaran los royaltis que le correspondían de la Sociedad de Autores Cubanos por sus composiciones.
Fue en Nueva York en un confuso incidente que Chano Pozo es asesinado de siete tiros, algunos dicen que lo estafaron en la calidad de la mariguana que había comprado, otros que una tercera persona lo enemistó con su dealer Eusebio Cabito Muñoz un ex soldado condecorado en la segunda guerra mundial. Sin embargo, su hermana menor Petrona tenía una particular visión del fin de su pariente, comentaba que había muerto por desobediente, que el espíritu de Changó le dijo que tenía que iniciarse en la santería, que si no lo hacía no regresaría a la isla. Su hermano mayor seguramente con su característica sonrisa y vestido de traje le comentó que después volvería para arreglar esos asuntos. Pero su propia intensidad junto con vivir la vida a toda velocidad le habrían jugado la mala pasada final, Petrona relata: “Chano quería regresar a Cuba, nos había mandado una carta anunciándonos su regreso. Pero había desobedecido a Changó y Changó velaba…” (Delannoy 146).
Bibliografía:
Delannoy, Luc. ¡Caliente!. Una historia del Jazz latino. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2001.
Gioia, Ted. Historia del Jazz. Madrid: Turner Publicaciones, 2002.
Escucha el homenaje de Benny Moré a Chano Pozo:
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