¿Por qué publicar una plaquette? ¿Cuál es su sentido?
Años atrás, un amigo se oponía a la publicación de estos formatos; decía —si recuerdo bien— que le quitaban seriedad al libro. Por mi parte, siempre me han gustado este tipo de ediciones; he publicado cuatro plaquettes de poesía y, creo que, justamente, lo que permiten es explorar montajes, series y tonos. Es un intermedio que, si bien en la tradición letrada tiene como sombra el ejemplar, se abre a flujos insospechados; remite a una zona desterritorializada en la tradición de los monumentos poéticos. La plaquette tiene algo de animal, de organismo vivo, de bicho kafkiano en transformación.
Cantera de Áridos de Álvaro García Hernández, ofrece también este tránsito. Quizás esta sea la razón por la cual cada vez que leo el título asoma la palabra arácnido en lugar de áridos. Los poemas pueden leerse como una sola respiración. Árido, remite por cierto al desastre medioambiental, pero también a cierto tono de la escritura. Y, quizá, barrunta algo más: un paisaje menos visible, corroído por una veladura. “Hay maceteros cargados/ de poca agua y tierra negra/ Son los escarabajos dentro/ del campamento que trasladan/ la sequía del espanto”. La voz de los versos es precisa; diría incluso, tenue. Quien habla en la Cantera de áridos parece provenir de un desastre interno; sin el dramatismo del desconcierto, el registro asoma adaptado ya a “esta solera manchada/ todo lo gris del cielo”.
Tal vez el efecto más inquietante de los poemas consista en aquello: el cuaderno de notas no se pasma por la radio, los periodistas, el contagio y el hambre. El poeta observa “el cadáver de los extranjeros en mi comedor”; vienen de tan lejos a morir en sus manos. “Subir nuestra reja y esconder/ un poco más/ la casa detrás de su oro”.
Es como lo que uno ve subiendo la Alameda —lugar desde el cual escribo ahora estas notas de presentación—, carpas y colchones acompañando el camino de buses y taxis. Tanto para arriba como hacia abajo, no se requiere cavar una zanja; el bandejón central de la arteria principal de Santiago divide una frontera cotidiana entre los edificios, el miedo y los contrastes de la miseria chilena. Desde el ulmo, con que comienza el libro, y la risa del silencio que ordena el bosque, con la que termina; los versos describen con precisión escenas de una extraña cotidianidad, semejante —parafraseo un verso—al dibujo que traza una tiza en el pavimento. ¿La escena de un crimen? ¿El límite de la migración? ¿Una poesía que resiste la subjetividad?
Retorno a la imagen del bosque. En el psicoanálisis y la filosofía en Chile, es conocida su figura a partir de Patricio Marchant y su lectura de Gabriela Mistral. Los niños quieren quemar los árboles, la resina es la imagen de la madre que sufre (el árbol-cristo), mientras los poetas acendran el luto en su escritura, como el duelo no elaborado por un crimen anterior a todo asesinato.
¿Qué nos dice esta plaquette?, ¿la cantera de la poesía?, ¿el lugar de una escritura opaca, que contiene una sequía anterior, más íntima, a medida del extractivismo y la explotación? Tal vez. Solo tal vez. Lo árido sea, por el contrario, la imagen del poema como cactus que conserva agua donde supuestamente no la hay.
Gato Caulle, Valdivia
16 de enero, 2022
Jorge Polanco (Valparaíso, 1977)
poeta, ensayista y cronista. Ha publicado los libros de poesía: Las palabras callan (Altazor Ediciones, 2005; Provincianos editores, 2020), Sala de Espera (Alquimia, Santiago, 2011; La funesiana, 2019) y las prosas Cortes de Escena (2019). Ha publicado las plaquettes de poemas: Ferrocarril Belgrano (Ediciones Inubicalistas, 2010), Cortometrajes (Fuga, 2008), Umbrales de luz (Z poesía, 2007), entre otras publicaciones en revistas, antologías y, en general, en diversos formatos.
Álvaro García Hernández (Coquimbo, 1994)
Poeta, candidato a magíster en historia. En 2018 publicó el poemario Percusión al borde del torso por Armatia Ediciones, sello autónomo que dirige. Es guitarrista en Exhumar, banda hardcore punk antifascista.
Perfil del autor/a: