La artista o está próxima a lanzar en Chile su libro “Caguama. Escritos de una lesbiana gorda», pero antes, pasará a Bolivia, particularmente a La Paz y Cochabamba, para ser parte del Festival de Poesía Sudaka Marica-Machorra-Trava-Cuir 2022.
Nacida en Melipilla, la poeta Gabriela Contreras tiene un nuevo libro entre manos. Se trata de “Caguama. Escritos de una Lesbiana Gorda” (Editorial Invertidas, México). Este último adjetivo es parte de su biografía, a la cual agrega: “anticolonial y transfeminista antirracista”. La también diplomada en género y cultura latinoamericana es precursora de Editorial FEA (Feminismo/ Estrías/ Autogestión), dedicada al trabajo escritural de corte poético/político de disidencias corporales y sexuales.
Al poemario Caguama -que se adentra en las experiencias migratorias, en las ancestralidades y en la sensualidad y los cuerpos deseantes– se suman “Leporina” (2012) y “Subterránea” (2014), de Editorial Moda y Pueblo; y “Humedales” (2017) de FEA Editorial.
Gabriela Contreras será parte de una veintena de poetas cuir convocados por el Festival de Poesía Sudaka, evento que entre el 17 y el 20 de octubre reunirá a estos y estas creadores en La Paz, Bolivia, y el 21 y 22 del mismo mes en Cochabamba. Organizado por el Movimiento Maricas Bolivia y la Colectiva Transcultural Almatroste, reunirá a representantes de Bolivia, Chile, Guatemala, Paraguay, Perú y República Dominicana. Se llevará a cabo del 17 al 20 de octubre en las ciudades de La Paz y El Alto, y del 21 al 22 de octubre en Cochabamba. La curaduría del festival está a cargo de Edgar Soliz Guzmán y César Antezana/Flavia Lima.
Caguama tiene como subtítulo «escritos de una lesbiana gorda». ¿Por qué plantear este posicionamiento de manera tan directa?
Pocas veces tenemos posibilidad de tomar la palabra, quienes desobedecemos al régimen heterosexual y habitamos otras corporalidades, por lo que hay poco tiempo para la metáfora. La gordofobia es una opresión estructural que estigmatiza y violenta muchas vidas. Por otro lado, me pareció un gesto hermosamente potente cuando la pensadora y teórica descolonial Yuderkys Espinosa, tituló un texto “Escritos de una lesbiana oscura”, porque particulariza otras experiencias vitales, que nos permiten defender la narrativa de nuestras vidas, lejos del imaginario universalizante blanco, delgado y heteropatriarcal.
¿Qué particularidades ofrece la literatura, en este caso la poesía, para posicionarse desde este lugar?
La poesía y la literatura históricamente han sido espacios machistas, coloniales y heteronormados, tomado por las elites académicas, pero como dice Audre Lorde, la poesía no es un lujo y es importante desmontar esas lógicas para tomar la escritura situada desde nuestros cuerpos territorios, y así abrir el camino a otros relatos que han sido puestos en la periferia.
El título del libro es «Caguama», que es un tipo una tortuga. ¿Por qué representarse en esta especie? ¿Cómo se emparenta esto con tu registro escritural?
Me interesa la posibilidad de nombrarme a partir de lo no humano. Ya que el primer insulto que surge cuando aparece un cuerpo gordo es “chancha” “vaca” o “ballena”, cabe la pregunta: ¿somos vistas como mujeres las gordas?, y, como señala la pensadora María Lugones, existe una concepción jerárquica entre lo humano y lo no humano, como la dicotomía central de la modernidad colonial.
Me parece que la lentitud que caracteriza la tortuga, dentro de un sistema donde la velocidad capitalista de producción es vista como un triunfo, posibilita otros espacios de hacer y mirar. Este poemario también es una crítica al sistema migratorio y las caguamas migran esquivando miles de anzuelos que amenazan su vida. Aunque tengan una coraza, al igual que quienes hemos aprendido a construirlas para protegernos de la violencia, no nos salva de la extinción.
¿Con qué otras creadoras locales y regionales te emparentas desde el activismo lésbico/gordo?
Soy parte de una comunidad gorda transfonteriza, compuesta por lesbianas de distintos territorios. Estamos en un constante dialogo cotidianamente con Constanza Álvarez, Magda Piñeyro, Lucrecia Masson, Alejandra La Bala Rodriguez, Jazmin Reyes y Geo Vidiella.
En un texto publicado por revista Yene señalas que los espacios de escritura «se circunscriben a la razón colonialista de las instituciones del saber, por cierto, que hay algunas rebeldías aceptadas en la academia, pero el cuerpo no tiene posibilidad de defender allí, la complejidad su extensa memoria, de hacer evidente la borradura, como si escindirnos fuera parte del proceso escritural». ¿Cuán importante es para ti el lugar de la escritura como lugar de visibilización, pero también de disputa de imaginarios en torno a las corporalidades, al poder?
La visibilización es muchas veces un premio de consuelo, ornamentación donde solo estamos cumpliendo una cuota. Me parece más interesante la agencia política que podemos levantar a partir de una escritura situada y en nuestros propios términos, que no separe la razón del sentir ancestral del cuerpo, donde podamos tensionar una literatura, que ha estado en deuda con la historia de los cuerpos que habitamos, quienes vivimos en esta parte del mundo.
Una de las experiencias retratadas en Caguama es la migración. Habla de un viaje, de una localidad a una ciudad, luego a otras latitudes. La vida, podríamos decir, es un constante viaje, pero, ¿qué particularidades tiene experienciar la migración desde lo sudaca?
Lo primero, es que a pesar de venir de este territorio, ser parte de una familia birracial empobrecida, soy blanca y migré en avión. Eso me pone en un lugar de privilegio. Aun así, nuestros rasgos y formas corporales nos ponen en sospecha al cruzar una frontera. He sido retenida por policía internacional más de una vez al hacerlo, las leyes de extranjería son formas coloniales que segregan a quienes somos del sur global con políticas de expulsión, que vuelven ilegales y precarizan las vidas de personas indígenas y racializadas, recordándonos constantemente que no somos de ese lugar, de ese primer mundo que ha construido su bienestar desde la explotación de cuerpos migrantes.
Parte de los poemas hablan de lo que la sociedad no ve o no quiere ver, acusa tal omisión pero desde una reivindicación de existencia. También, por qué no, desde la rabia. ¿Qué lugar tiene este sentir?
Siempre digo que la rabia fue mi primer poema; no sentirla es un privilegio frente a un sistema voraz. Ha funcionado como motor de activación política y creación, donde te hermanas con otras/otres que habitamos cuerpos indisciplinados y hemos tenido que construir espacios para la sobrevivencia, desde la colectividad y la ternura, haciendo posibles otros mundos, dentro de este mundo.
Otro de los tópicos presentes en el texto es la ancestralidad. ¿Cuán importante es visitar nuestras herencias para relevarlas/ subvertirlas/ reinterpretarlas?
Por mucho tiempo, hablar de nuestras abuelas indígenas o de sus saberes, era un elemento de burla, que invalidaba nuestro espacio de enunciación. Es fundamental tener presente que el pasado es mucho más que pasado, para caminar desconfiando de esa narrativa que ensalza la idea de progreso y futuro, que -como podemos ver-, ha sido una ficción creada por el pensamiento euroblanco para distanciarnos de nuestras largas raíces. Siento que es fundamental rescatar los saberes desechados para mantener latiendo las formas de vida que han existido mucho antes de nosotras, donde existe una interdependencia entre la naturaleza, lo animal y lo humano, sin jerarquías.
Eres parte del proyecto FEA Editorial. ¿Cómo describirías esta iniciativa y cuáles han sido los resultados de su existir?
Somos una colectiva editorial que potencia la publicación y circulación de proyectos escriturales en autoras/autores que habitan Abya Yala y la diáspora africana, disidencias sexuales y corporales, también de personas mayores de sesenta años que la industria editorial no está interesada en publicar.
La modernidad con su velocidad impone la búsqueda inmediata de resultados, pero nosotras creemos en los procesos, en editar desde el cuerpo, en un feminismo que no solo está centrado en el género, sino igualmente en la clase y la raza, entonces son otras formas de relacionarse con los textos y con quienes los escriben. Así nos hemos vuelto una comunidad para quienes buscan otro tipo de libros o reflexiones.
Estás por ir a Bolivia al FESTIVAL DE POESÍA SUDAKA MARICA-MACHORRA-TRAVA-CUIR 2022. Cuéntanos un poco más de este encuentro de las posibilidad que abren espacios como este.
Me siento muy honrada de esta invitación sobre escritura no heterosexual centrada en nuestros territorios, gracias al tremendo trabajo de la organización de poetas en Bolivia, interesades en abrir la puerta para generar comunidad y potenciar el trabajo que realizamos en distintas regiones. Así encontrarnos desde la complicidad, para tramar juntas/juntes otros horizontes y conocer otras experiencias de escritura y edición.
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