Teatro Sur estrenó esta obra que recorre las luchas de los activismos homosexuales masculinos durante la década de los noventa, junto a las contradicciones de las violencias acentuadas con el proceso de liberación del nuevo milenio y la consagración del modelo neoliberal; sellando así la trilogía Memorias Invertidas. Pecado Nefando se presenta hasta el domingo 15 de diciembre en Centro Cultural Matucana 100.
Las fotos de la obra son de Charlie di Ferrera @eslecharlie
Primero fue Yeguas Sueltas, obra inspirada en la primera protesta homosexual registrada en Chile en 1973; le siguió Edmundo, situada en los 40 años de la muerte del primer paciente diagnosticado con VIH/Sida en Chile, en 1984. Ahora, la compañía Teatro Sur continúa ahondando en las memorias políticas de la disidencia sexual en Chile con Pecado Nefando, que sella este proceso artístico, reflexivo y crítico denominado trilogía “Memorias Invertidas: luchas y utopías de la disidencia sexual”.
Pecado Nefando, puesta en escena dirigida y escrita por Ernesto Orellana, aborda críticamente las causas y acciones que ejerció el activismo homosexual en la década de los ‘90 para lograr la despenalización de la sodomía en Chile en 1999, así como la lucha de las diversidades sexuales para ser parte de los Derechos Humanos; todo esto ad portas del inicio del nuevo milenio, en el contexto de la consagración del modelo neoliberal en el país.
La obra es “una propuesta que se inspira en los imaginarios y acciones de las históricas luchas políticas por la liberación homosexual tras el fin de la dictadura, protagonizada por cinco actores maricas que representan identidades y subjetividades masculinas diversas. Sobre el escenario se exponen situaciones inspiradas en archivos y testimonios de la época, explorando en las vicisitudes, conflictos y contradicciones que los activistas pulsaron en los noventa, entre medio de un país que reconstruía su democracia y evidenciaba las contradicciones que el neoliberalismo inauguró”.
La puesta en escena produce un archivo cultural teatral de memoria política homosexual, y cierra una trilogía que propone una genealogía sobre las memorias y trayectos de las disidencias sexuales en el país.
El título, Pecado Nefando, evoca lo abominable, lo abyecto, lo innombrable; categorización cultural propuesta por la teología para señalar a la homosexualidad mediante el acto de la sodomía, previo al nacimiento de la modernidad. En la obra, este concepto funciona como un impulso queer para resignificar las contradicciones y violencias que sostuvieron la criminalización de las disidencias sexuales a lo largo de la historia.
De esta manera, la obra continúa con el sello de Teatro Sur, problematizando y visibilizando las realidades de las disidencias sexuales del ayer y del presente, y preguntándose por los movimientos sociales que siguen marcando las luchas de las identidades homosexuales en la actualidad.
-Pecado Nefando se sitúa en los 90, en el proceso de conformación y articulación -lleno de dudas- de las demandas del mundo homosexual en el contexto del retorno a la democracia. ¿Cuáles son los principales elementos que se inscriben en este contexto?
El principal hito que marcó al movimiento homosexual durante los noventa, fue la despenalización de la sodomía conseguida en diciembre de 1998 y puesta en circulación desde el 12 de julio de 1999, tras una década de campañas, diálogos, acuerdos y desacuerdos. Lo que hacemos en la obra es generar un recorrido no lineal por la década de los noventa inspirándonos en varias de las principales acciones en torno a ésa lucha y que el movimiento de liberación homosexual realizó, como la primera marcha en el marco del aniversario del informe Rettig, la primera aparición pública en los medios de prensa, la relación con la izquierda política y la institucionalidad parlamentaria, así como las contradicciones que fue generando la crisis del VIH/sida y la incorporación de otras identidades provenientes de la diversidad sexual. Pero más allá de lo propiamente realizado por el Movilh (histórico) y que se puede revisar en los archivos de prensa, nos interesaba la pregunta por las subjetividades e identidades que fueron surgiendo en ésa década en el marco de la post-dictadura. Los activismos maricas de los noventa provienen de movimientos de izquierdas de la resistencia a la dictadura. Esos activistas que dieron nacimiento al movimiento de liberación homosexual se organizaron colectivamente y fueron pulsando la visibilidad del sujeto homosexual y sus diversidades en un contexto donde el país re-construía su democracia. La década de los noventa es una época crucial de fragmentos políticos y culturales que nos colaboran a comprender cómo nos hemos ido construyendo, dónde estamos y qué podríamos continuar imaginando.
-¿Cómo son abordados estos problemas y contradicciones de la construcción del sujeto homosexual en la obra?
En la obra nos estamos inspirando en ciertas identidades referenciales del activismo marica de la década de los noventa. Leemos un activismo principalmente masculino de mucha pasión y fuerza colectiva, no exento de contradicciones propias de los abordajes y construcciones subjetivas con respecto a la masculinidad. Son cinco personajes que representan cinco identidades. Hay uno que pertenece al área más radicalizada y autónoma de la izquierda, hay otro que apuesta por la vía institucional del movimiento homosexual, hay uno que padece la crisis del VIH/sida en la década, hay otro que transfigura el género masculino mediante el travestismo y la no binariedad, y hay otro que encarna y representa una identidad transgénero en su transmasculinidad. Y si bien este último no pertenece a las identidades que marcaron el activismo homosexual del movimiento de liberación homosexual en los noventa, su aparición en la obra es precisamente para poner en contradicción en el presente la idea de masculinidad. Entre ellos se preguntan quién representa al “sujeto homosexual”. Evidentemente, no podríamos definir una respuesta pues aquello implica clausurar lo que en definitiva la obra propone: la potencia subversiva de la fuerza en colectivo de la homosexualidad. Pero lo que sí hacemos es poner en tensión esas identidades, atravesadas por cuestiones de poder, jerarquía y deseo. Al mismo tiempo, y uno de los aspectos que más realzamos producto de lo que investigamos, es que la construcción del sujeto homosexual se atraviesa por la necesidad de inscribir al Movimiento en el marco de una agenda de disputas por los Derechos Sexuales como Derechos Humanos.
-Hay un momento de destape, de salida a lo público de la mano del retorno a la democracia. ¿Qué elementos cruzan esa salida que hoy quizás damos por hecho?
Tenemos que pensar que durante más de un siglo la homosexualidad estuvo condenada por el artículo 365 del Código Penal chileno. Y que durante la dictadura, sí se persiguió a los homosexuales aunque se diga lo contrario. Con el retorno a la democracia, el destape para el sujeto homosexual fue progresivo. Los datos dan cuenta que durante los noventa las homosexualidad no era públicamente aceptada por el conjunto de la sociedad, por tanto sus prácticas y expresiones se daban en lo íntimo y privado. Recién hacia principios del 2000, y justamente tras la despenalización de la sodomia, aparece por primera vez en el país un programa en televisión abierta dedicado exclusivamente a la homosexualidad y en el mismo se comprueba el estigma naturalizado (Informe Especial). En ese contexto la politización del sujeto homosexual y sus capacidades para organizarse fueron los primeros impulsos para fortalecer una fuerza subversiva que poco a poco le otorgó al marica y a la lesbiana el deseo del destape público y su irrupción política.
Por cierto, no podemos olvidar el cómo las artes fueron colaborando en la alimentación de aquellos deseos. A mi parecer el colectivo Las Yeguas del Apocalipsis y el Teatro Fin de Siglo, por ejemplo, fueron no sólo tremendamente valientes, sino un impulso de inspiración para muchos creadores y activistas que observaron en sus performances y obras de teatro la transgresión política del deseo homosexual y sus potencias creativas.
-Uno de los principales elementos del contexto es la apertura de Chile al mundo post dictadura. ¿Cómo esto marca las luchas de las disidencias y las organizaciones del periodo?
Durante los noventa no se hablaba de disidencia sexual. En estricto rigor, la disidencia aparece conceptualmente por primera vez públicamente en la década de los 2000 con la irrupción de la CUDS (Coordinadora Universitaria de Disidencia Sexual). En los noventa se hablaba de movimiento homosexual, diversidad y minoría sexual. Fueron ésas maneras de expresarse las que atravesaron sus luchas y activismos.
La post dictadura comienza con el dictador sentado en el parlamento vigilando y con sus secuaces desde la cámara y el senado legislando en contra de todo ápice de apertura social que transformara la moral conservadora y económica tejida entre neoliberales y militares durante diecisiete años de horror. Para el movimiento homosexual fue muy difícil conseguir que la institucionalidad política considerara sus proyectos y demandas. Los rechazos a la modificación del 365 fueron constantes en el Congreso y no exentos de frases discriminadoras de alto nivel semántico. Por un lado tuvieron que organizarse para aparecer públicamente, por otro tener que soportar el rechazo de la sociedad en general ante aquella aparición considerada una “degeneración moral”; por otra parte el ninguneo de la “clase política” a sus demandas, transversalmente la crisis del sida seguía llevándose vidas y afectos.
Un imaginario masculinizado al interior del movimiento homosexual también hacía lo suyo en momentos en que el feminismo no dejaba de avanzar crítica, política e intelectualmente. Y todo esto en un contexto en que la Concertación no supo modificar el proceso de neoliberalización inaugurado por la derecha durante la dictadura, sino que lo profundizó y subjetivizó. Y esto generó un proceso de crisis transversal a todo el movimiento social: mantener la autonomía política o institucionalizar las luchas. Hubo quienes deseaban lo primero, y quienes deseaban mantener cierta autonomía incorporando además otras identidades sexuales de la diversidad que estaban siendo postergadas. La crisis y quiebre del MOVILH está atravesada por esto último. La incorporación de la palabra “integración” al movimiento es su síntoma y el fin de su radicalidad política representada en los noventa, pues aquella integración implicaba integrarse al contexto institucional, político y cultural que la democracia de los acuerdos entre la concertación y la derecha pactaban para consagrar el neoliberalismo como el “modelo” consensuado para continuar construyendo Chile. En ello, las luchas sexuales radicales y anticapitalistas se olvidaron, la radicalidad de la potencia subversiva del deseo se fracturó.
El nacimiento del Movimiento Unificado de Minorías Sexuales MUMS, ligado principalmente a un activismo homosexual de izquierdas es consecuencia de aquello, de una resistencia política organizada a esa integración al modelo pactado. La palabra “minorías” por ejemplo lo devela, allí hay un gesto de inscripción de identidades sexuales minoritarias y excluidas del pacto institucional de turno. Por otro lado, el arcoíris multicolor transnacional que hoy representa el Movilh de Rolando Jiménez es la otra punta de esa historia atravesada por deseos, luchas y profundas contradicciones que nos permiten leer una gran parte de cómo se ha ido construyendo la movilización social homosexual en nuestro país. Paradójicamente todo esto sucede al alero del fin de siglo y la apertura a un nuevo milenio en que las promesas del fin del sida se anhelaban, las promesas de la libertad sexual se proclamaban, mientras la idea del progreso y la globalización capitalista triunfaban. Han pasado 25 años de aquel hito histórico y las violencias hacia disidencias sexuales se mantienen, el sida no ha desaparecido, no existe un movimiento homosexual transversal colectivo y para los homosexuales masculinos parece ser más importante con-vivir en el gimnasio que en las asambleas y colectivos políticos organizados para imaginar y proteger aquello que mañana podríamos perder.
-Trabajaron en este proceso con algunos reconocidos activistas como Juan Pablo Sutherland y Marco Ruiz. ¿Cómo aportaron esas memorias de quienes protagonizaron estas luchas?
Muy generosamente, ambos nos entregaron testimonios, memorias, recuerdos de cómo se fue ejerciendo el activismo marica organizado durante la década de los noventa. Nos abrieron sus recuerdos para regalarnos maravillosos y sensibles relatos. Marco fue y sigue siendo un tremendo activista que ha luchado toda su vida por hacer del sujeto homosexual un sujeto garante de Derechos Humanos, además ha sido un histórico sobreviviente al sida y un luchador por visibilizar las demandas que atraviesa a las comunidades seropositivas en el país y en Latinoamerica. Juan Pablo es un activista marica que ha sabido traducir sus sensibildiades mediante escrituras que nos colaboran precisamente a re-escribir estas historias olvidadas. Los dos muy apasionadamente participaron de ciertas instancias del proceso creativo, y nos ayudaron, por una parte, a reconstruir desde sus miradas esa parte de la historia, y por otro lado a entregarnos un despliegue emocional que nos permitió comprender la fuerza de la pasión en el compromiso político que marcó sus luchas en aquella década. Esto lo tomamos actoralmente y lo extremamos en la puesta en escena: son actuaciones delirantes y emocionalmente apasionadas. Ambos nos compartieron las contradicciones que sucedieron en “El movimiento”, y eso lo tradujimos dramatúrgicamente para posteriormente ponerlo en escena en una estética que cita iconos maricas y representaciones del movimiento homosexual en Chile y el mundo. Sus testimonios son fundamentales para hacer de esta obra de teatro un manifiesto de sus luchas, deseos y contradicciones.
-Pecado Nefando le sigue a Edmundo y también a Yeguas Sueltas. ¿Cómo continúa en esta senda de memoria sexodisidente? ¿Cuáles son sus similitudes y diferencias?
Las memorias de las disidencias sexuales son una disputa, y son nuestras comunidades quienes estamos indagando en qué nos ha ido pasando, dónde estamos y hacia dónde devenimos. Estamos reconstruyendo artísticamente una memoria que ha sido invisibilizada sobre los escenarios (heteronormados) del teatro. Preguntarnos en este caso por las memorias activistas maricas de la década de los noventa era un imperativo ético, puesto que es en ésa época donde la homosexualidad consigue organizarse políticamente poniendo sobre el escenario de la vida pública la explícita demanda coliza por los Derechos Sexuales como Derechos Humanos, y enfrentarse a las secuelas de la dictadura en pleno proceso de transición.
Las similitudes entre las tres obras es que por un lado son elencos que provienen desde la disidencia sexual, investigando en archivos de prensa, imaginarios sonoros y visuales de los contextos en que suceden, y rescatando materiales a través de entrevistas y testimonios orales y archivos de sentimientos de quienes participaron protagonístamente. En este caso las principales diferencias es que nos estamos preguntándonos por la contradicción que implica la autonomía o insititucionalización de las luchas políticas homosexuales, y por otra parte en la construcción de una identidad homosexual que se acomoda muy rápidamente a la globalización capitalista del mercado liberal.
-¿De qué nos sirve como sociedad revisitar esos procesos que se ven tan cercanos y lejanos a la vez?
Revisitar estos procesos nos permite en primer lugar conocer sensible y lúdicamente una parte de nuestra historia desconocida y oculta por los relatos históricos oficiales, que han excluido a las memorias de la disidencia sexual. Las memorias no son parciales, y existen hegemonías en sus regulaciones y pactos de control que encierran silencios y olvidos que no deberían soslayarse. En segundo lugar nos permite preguntarnos sensiblemente y comprender cómo se han ido construyendo las identidades de las comunidades LGBTIQ+, cuáles son las dificultades, acciones y luchas que han constituido para enunciarse, qué relatos encarnan y cómo progresivamente hemos ido avanzando en visibilidad y sobrevivencia en un mundo que sistemáticamente ha oprimido a la diversidad sexual bajo el mandato de una heterosexualidad obligatoria que se expresa como condición universalizante.
En un momento en que los autoritarismos fascistas están a la vuelta de la esquina ganando territorio político y cuyos gobiernos los tenemos encima, resulta indispensable preguntarnos por cómo articularnos colectivamente para enfrentar las amenazas de estos sectores que quieren arrebatarnos los derechos sexuales conseguidos. Desde el teatro, podemos reconocer estas memorias críticas que se constituyen como contra-archivos de los relatos de la memoria oficializante, y al mismo tiempo podemos ensayar utopías y nuevos imaginarios posibles, para continuar escribiendo un presente y nuestro revoltoso porvenir.
-¿Cuál es tu llamado a los públicos a ver la obra?
A que se dejen seducir por aquellas historias que nos colaboran a imaginar otros mundos posibles, más sensibles, empáticos y justos para todos y todas. Es una obra que genera recorridos por genealogías de la diversidad sexual que merecen ser contadas sobre los escenarios del teatro. El teatro también es un espacio para disputar los imaginarios culturales. Y esta obra no es sólo para la diversidad y disidencia sexual, es una obra para que todas las personas la disfruten y se emocionen. Es una parte constitutiva de la historia del país.
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