Sylvia Aguilar Zéleny: “Se escribe para descubrir”

La reconocida autora mexicana y maestra en escritura creativa de la U. de Texas estuvo en Chile el 2024 lanzando su libro “Señorita Ansiedad”, publicado bajo el sello de FEA Editorial, y el volumen compilatorio de relatos “Les chiques: infancias y adolescencias desobedientes”, publicado por la misma casa editora. Sobre esta experiencia con la escena literaria local, su rol como docente y tallerista y los imaginarios literarios, una conversación de balance.
Dos libros y las amistades trajeron a la escritora mexicana Sylvia Aguilar Zéleny a Chile por primera vez. Un viaje cálido en el que más que encontrarse, cuenta, siente que se reencontró con un imaginario que ya conocía mediante la literatura. Campo que se amplió pues, como anunció antes de llegar en septiembre del 2024, vino con una gran maleta para llevarse montones de libros. Nuevas puertas para conocer a este país.
Los dos libros que trajeron a Sylvia, docente de la U. de Texas, fueron Señorita Ansiedad, breve volumen que recoge la larga trayectoria de descubrimiento de este estado para una joven personaje en un diario de notas. El otro libro corresponde a Les chiques: infancias y adolescencias desobedientes, que reune poesía, narrativa y memorias de autorxs provenientes de Chile, México, Colombia, Bolivia, Uruguay y Venezuela.
Ambos trabajos fueron publicados por FEA Editorial, casa independiente liderada por la poeta Gabriela Contreras, con quien editaron el libro compilatorio y tramaron este viaje lleno de juntas, comida, paseos y aprendizajes.
Sylvia está además por lanzar en julio un nuevo libro. Se trata de “Nenitas”, volumen de cuentos donde, como señala su contraportada, “habitan diversas voces femeninas: algunas son niñas y adolescentes, otras mujeres jóvenes y una sexagenaria”. En estas historias “revelan la realidad que enfrentan fuera o dentro de la casa”, incluyendo la silenciosa violencia doméstica, en lo que se define como una “cartografía emocional”.Sylvia Aguilar Zéleny es Master de Fine Arts en Escritura Creativa Bilingüe de la Universidad de Texas y profesora asistente de la misma institución. Fundó Casa Octavia, una residencia para escritoras en El Paso, Texas. Además, autora del blog mensual Seis grados de separación en la revista Este País. Entre los reconocimientos que ha recibido se encuentran el Concurso de Cuento Ciudad de La Paz, 2012; el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, Hermosillo, Sonora, 2013; el Premio Nacional de Novela Tamaulipas, México, 2015, el National Endowment of the Arts por la traducción de Basura y el Discovery Prize de Texas, también por Basura en 2024.

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-Está por cumplirse un año de tu visita a Chile, la primera. En términos afectivos y literarios, ¿Con qué te quedaste?
Uf, con tanto. Es muy curioso porque no sé por qué camino me llegó primero Chile. Seguro debe haber sido por algún libro, o tal vez haya sido por alguna canción, pero a Chile lo tenía hace mucho tiempo en la cabeza. Luego fue por la universidad, cuando ya estaba en la maestría, llegó a mis manos La Resta de Alia Trabucco. Antes había leído ya a Lina Meruane y a Nona Fernández. Creo que lo que me hizo clic fue no sólo la dictadura, sino cómo la vivieron quienes no la vivieron, como los hijos y los nietos. Con eso llegué a Chile, a ahondar en lo que lo que me había quedado después de esas lecturas.
En este viaje además no anduve como turista, sino que fui abrazada por Gabri Contreras de FEA en largas conversaciones sobre la vida aquí, hablé con gente que escribe también y estas charlas llevaron a lugares y momentos que me permitieron aprender. Me sentí muy bien recibida, habité espacios con mucha dulzura. Me sentí en otra casa, no fue una sensación de conocer gente, sino como de reconectar. Fue rarísimo. Como volver.
-Qué linda la figura de reconocer sin conocer materialmente, porque conociste Chile mediante el imaginario literario de estas mujeres. ¿Cómo te sentiste en los encuentros con otras escritoras?
Pienso en mi encuentro con Gladys González, con Claudia Rodríguez, hablamos de literatura pero también de otras cosas, comiendo, compartiendo, riendo. O sea, la escritura es muy importante para mí, pero no vale si no hay vida también en ello. La charla literaria venía acompañada de vida, de anécdotas, imágenes con calles, con historias, recuerdos de la vida en el barrio. Eso es lo que a mí me gustó. Fue especialmente bello.
-Ahondemos un poco en tu decisión de publicar en una editorial independiente. Eres una escritora conocida, publicas en editoriales grandes y decidiste publicar en FEA. ¿Por qué ahí?
Primero, tengo que admitir que lo que yo busco es acompañamiento editorial; una de mis razones de estar en Penguin es mi editora, Eloísa Nava que tiene un ojo increíble e inteligencia emocional, por cierto, ella vivió un tiempo aquí en Chile.
Ahora las independientes. Ahí están los lectores con los que me interesa tener. Y, por otro lado, son estas editoriales las que se la juegan, nos permiten a las escritoras raras hacer cosas raras en la página. Se dan el lujo de apostarle a propuestas más experimentales, a libros híbridos, a otras maneras de contar. Así ocurrió con FEA tanto con Señorita Ansiedad como con Les Chiques, Gabi entendió perfecto hacia dónde iba mi búsqueda. Para mí la página es un laboratorio. O sea, lo que la historia necesite para ser contada lo voy a hacer en la página, y lo estoy haciendo.
-Es un espacio de libertad.
Exacto, la libertad que me da como autora. Por otro lado, esta libertad implica una riqueza que se le entrega a los lectores. Les va a entregar libros que no van a estar en otro lugar, les va a entregar nombres que de otra manera no hubieran llegado.
Y en el caso de FEA Editorial eso ocurre, hay libertad, hay una postura feminista y antirracista; en Estados Unidos hay varias editoriales así, pero el trabajo de FEA lo comparo al de Feminist Press un proyecto importantísimo. Lo que ha hecho Gabi con FEA es tan bello: traer no solamente voces de Chile sino que de otros países. Autoras racializadas, autoras feministas, autoras lesbianas, autoras cuir en todo sentido.
Pienso en el caso de Les chiques: infancias y adolescencias desobedientes, en este libro buscamos otras intersecciones. Este libro ensaya cómo hacemos de la salud mental un ejercicio de escritura. Eso era importante para mí. O sea, cuando dicen que la escritura o la literatura no es terapia, estoy de acuerdo… pero sí creo que puede ser terapéutica para les lectores.
-Conocí tu trabajo por esta venida. Luego supe de tu rol de docente, de tu residencia Casa Octavia. ¿Cómo situarías tu rol docente?
Digamos que como profesora soy también editora, pero una editora que es una acompañante. Un buen editor debe acompañar el proceso de este libro; ayudar a que el autor o la autora termine de decir lo que quiere decir, que le haga las preguntas; no que le diga qué decir, sino que le haga las preguntas para que termine -no porque dude de él no-, sino para que termine de cuajar y de comprender su propio proceso. Y ese rol está desapareciendo. Una profesora debe hacer lo mismo. En la docencia aún se sostiene la idea del profesor como autoridad y en realidad deberíamos ser facilitadores.
Casa Octavia surgió de mi labor editorial y docente. Tengo muchos años dando escritura creativa, muchos años en el aula, explicando cómo escribir un cuento, cómo terminar de armar o nada más sentar los cimientos de una novela. Y una cosa llevó a la otra. Una vez, ayudándole a una amiga en su libro, me dice: “oye, pero por qué no haces esto que siempre has querido hacer con el cuarto extra de tu casa”. Y así empezó la residencia.
En el momento en que la residente llega a mi casa, el trabajo comienza, en pijama en el comedor, tomando café… así fue con Alaíde Ventura, hablábamos de su libro a las siete de la mañana, tomando café, frente a frente en nuestras computadoras. Así tomó forma Entre los rotos. Porque creo que un libro no es nada más el libro, es qué lo generó. En el caso de Alaíde, en su novela hay mucho de la de la vida familiar, me gusta pensar en cómo convirtió algo que venía de la casa en novela, cómo lo fue separando y ficcionalizando, porque eso era lo que buscaba la autora. De eso se trata, de acompañar a la autora en el proceso de ir encontrando la historia que quiere contar. Esto es algo que siempre repito en mis clases: se escribe para descubrir. O sea, tenemos una idea aquí, pero no es sino hasta que la escribimos, hasta que la comenzamos a escribir, que comenzamos a descubrir qué es lo que realmente queremos escribir.
A eso me refiero con hacer preguntas o ponerles pautas de escritura; es el acompañamiento para sacar el libro de la otra persona, es ser la lectora más fina. Pero las decisiones al final son de la autora, a quien hay que acompañarle, diciéndole con honestidad y con cuidado, porque fui formada en talleres que te decían “esto no funciona, ah, esto me gusta”, y yo no creo en el “me gusta, no me gusta”, yo creo en “esto me hace sentir, esto me hace pensar”. “Tengo una opinión sobre el título, ¿quieres oírla?. No creo en opiniones, sino en lo que llaman preguntas neutrales que hacen pensar a la autora. Y en lugar de decirle, por ejemplo, “tu personaje es verde”, que es una opinión, lo que hay que hacer es preguntar “¿qué estás pensando en términos de color con tu personaje?. Acompañarle, no dictarle; acompañarle, no juzgarle.

-Me gusta esto de una dimensión cuidada, de guiar, de ayudar a descubrir, como un lugar de afecto.
Claro. Porque un libro es algo muy delicado, es algo muy propio. Se puede destruir a alguien en ese proceso si le digo “esto no funciona”.
Casa Octavia primero empezó como eso. De ahí empecé a formar con mucha más claridad mi pedagogía. Ya la tenía de alguna manera, pero empezó a tener un efecto en cómo daba clases y luego de pronto eso empezó a tener un efecto en el diseñar esto que le llamo taller de talleres.
Ahora estoy armando un libro pequeñito sobre cómo dar talleres desde esta visión feminista, horizontal, decolonizada, lo va a publicar la UNAM y quiero creer que va a encontrar su lugar en las aulas; creo que tenemos muchos talleristas que todavía siguen utilizando el sistema de la validación. Y eso no nos sirve.
–Quiero que nos metamos un poco en tu novela Basura. ¿Cuán informativa/especulativa/habladora es la cultura material?, porque estamos hablando de la basura de los objetos. ¿Cómo definirías esa posibilidad de expansión que se da con esa cultura material?
Que difícil pregunta. Es un libro cuya primera edición fuera de 2018, primera versión además porque la que llevé a Chile es corregida y aumentada. Debo haberla empezado a tramar hace diez años, como en 2015 y es 2025, y siento que en 2035 va a estar ahí, porque este tema de la basura, de los residuos, del desecho va a seguir transitándonos porque tiene mucho que ver con el capitalismo, con lo que nos dicen que es que ya no vale.
Es así como un caso que tiene mucho de realidad, pero al mismo tiempo es algo que lo puedo ver dentro de unos años todavía. A lo mejor será distinto en otros países primermundistas, pero sin duda lo veo como una situación que va a seguir ocurriendo. Lo que desechamos porque creemos que ya no sirve.
Para mí Basura es mi novela más política en ese sentido, porque muchas de las cosas que ocurren de la novela son resultado del valor que le damos a las cosas. La carrera de investigación que está haciendo Gris resulta del capitalismo. La vida que lleva Alicia, también viene del capitalismo.
-El libro transcurre en un basural y en el desierto que además es la frontera. Sé que es grande la pregunta, pero, ¿cómo está presente el desierto en tu escritura?
Mi trabajo era prestar atención al calor, a la aridez, porque no era un basurero cualquiera, era un basurero del desierto, y además en la frontera. El Paso es muy extraño porque hay muchos espacios afuera de la ciudad en los que no hay nada y luego empiezas a ver otra vez casas. Para igual en Ciudad Juárez, donde hay espacios de desierto y luego empiezas a ver otra vez población. Entonces eso era muy importante: pensar el basurero como si fuera una burbuja fuera pero dentro de la ciudad.
Había que crear ese espacio, tenía que apelar a los cinco sentidos, tenía que crear esta cosa de olor, esta sensación en la tierra cuando se camina; los planos, las moscas y demás pero no podían robar toda la atención, tenían nada más que ser el contexto.
-Hablamos de personajes precarios, marginales, desde distintos sentires. ¿Cómo describirías tu forma de escribir la precariedad?, ¿desde dónde lo haces?
Esta construcción de la precariedad -tanto del espacio como de la vida de Reina y de Alicia- no podía correr el riesgo de carnavalizarlo; no podía hacer este espacio de “pobrecita yo” ni nada; no se puede exotizar. O sea, estaría absolutamente en contra.
Hablamos de tres personajes mujeres en primera persona, y temía que la lectura se confundiera. Y lo sufrí muchísimo porque cada quien tiene sus propios síndromes. No sé si el mio es del impostor o es el de la preocupación, pero me gusta mucho trabajar con lo que le digo ecuaciones: Alicia es así, así en su personalidad, por lo tanto habla con acciones simples y es monosilábica. Gris, como estudió, busca la validación y quiere verse es inteligente, usa oraciones coordinadas y subordinadas. Y luego Reina, como su tema favorito es ella misma y cambia de tema, habla en bloque completamente.
–Justamente sobre el lenguaje. El imaginario mexicano está muy presente en Latinoamérica por la industria cultural. ¿Cómo te ha ido con incluir esta oralidad en los libros, considerando que llegan a públicos de muchos países?
Creo que de las cosas positivas que recibí en reseñas y comentarios fue precisamente la oralidad. Lo que más ganó la novela en reseñas es que se apreciaba eso, que se disfrutaba. Nadie puso un pero.
-Están presentes las mujeres y las disidencias que se acompañan, se apoyan en estas historias que es entrecruzan. ¿Cómo nutre nuestro imaginario narrar estas relaciones?
Creo que estos personajes, al ser cuir, no solo tienen que ver con la forma de amar y la atracción, sino con la forma amar y de cuidar. Gris empieza a vivir y se empieza a permitir este cierre tan lindo, es capaz de construir este afecto desde otro lugar. Igual como Alicia, que de alguna manera no crece con afecto y por lo tanto no sabe cómo gestionarlo. En el caso de Reina sí había afecto, y su decisión fue vivirse tal cual, de decirse “esta soy ahora y esto es lo que hago”, y el acompañamiento que le da otras. Creo que eso es un afecto.
-Sobre este escenario político, ¿cómo impacta tu trabajo literario y al de tus compañeras?
Inicié el semestre con mis estudiantes diciéndoles que ahora más que nunca toca hacerse cargo de lo que escribimos. No dejar de escribir español desde aquí, no dejar de hablar español desde aquí. No dejar de ser quienes somos. Mucho más personalmente, no puedo no dejar que esto permee mi escritura porque soy una mujer mexicana migrante lesbiana que escribe desde el cuerpo.
