Arelis Uribe: “Me aferré a esos cuentos como a una tabla en el naufragio”

junio 19, 2025
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La autora de Quiltras regresa con relatos escritos hace una década, encontrados azarosamente en un disco duro. Las historias de Telepunga ahondan en el mundo popular y las relaciones de poder desde un prisma oscuro e inquietante. El libro –que además llegará a España con el sello Yegua de Troya, de Random House– es publicado por Los Libros de la Mujer Rota, presentándose en Valparaíso este  jueves 3 de julio tras su debut en la capital.

Un niño que es obligado a disparar una escopeta, escolares que abusan de una compañera amparados en la noche y jóvenes precarizados por una cadena de pizzerías. Esas son algunas de las historias de Telepunga, el nuevo libro de la escritora nacional Arelis Uribe, publicado en Chile por la editorial Los Libros de la Mujer Rota y que llegará a España bajo el sello Yegua de Troya, de Random House. Misma casa editora que ya publicó a N. Pino Luna con Mientras dormías, cantabas.

La colección trae “nuevos viejos cuentos”, en palabras de su autora, pues se trata de textos creados en la misma época de la génesis de Quiltras, aunque culminados una década después. El azar, explica, contraviniendo un momento de oscuridad que hoy se plasma en el colorido libro, que se presentará prontamente en la ciudad donde vive actualmente la periodista y escritora: Valparaíso. Las coordenadas son: Librería Crisis (Prat 659, Segundo piso), el 3 de julio a las 18.30 horas, junto a las autoras Begoña Ugalde y Daniela Catrileo. 

En la antesala de este nuevo babyshower literario en el puerto, va esta conversación por mail en medio de los preparativos del lanzamiento realizado en Santiago, el pasado jueves 12 de junio junto a la escritora Romina Reyes. Un emotivo lanzamiento en un día de diluvio y emociones íntimas que Arelis pidió mantener en la complicidad de quienes fuimos parte de este encuentro en el Museo Violeta Parra. ¿Podremos guardar esos secretos y avatares que hay detrás del nacimiento de Telepunga? Algo de esto nos cuenta Arelis por acá. 

***

–En la narrativa de la historia del libro se destaca el hecho que hallaste los cuentos. ¿Cómo fue que los encontraste y cómo eso abrió la puerta a una nueva publicación?

Estos cuentos los encontré sin querer queriendo en mayo de 2024. Atravesaba un mal momento, me habían rechazado dos libros, estaba en la oscuridad absoluta, sin fuerzas para comenzar un nuevo proyecto. Me sentía como cuando recién te terminan y crees que nunca más te vas a enamorar. Entonces una noche revisé un disco duro viejo, creo que fui a mirar los manuscritos de «Quiltras», andaba con deseos de volver a la semilla para dilucidar cómo seguir. Y así di con esta carpeta de cuentos truncados, de borradores sin terminar. Me gustó lo que leí, me dio esperanza. Solo había que editar, que es una labor más sencilla. Me aferré a esos cuentos como a una tabla en el naufragio. Cuando Claudia Apablaza vino a Chile a presentar Qué locura enamorarme yo de ti con Gabriela Wiener en julio de 2024, nos vimos en Valparaíso, le conté de este proyecto. A ella le gustaron los relatos y comenzamos a trabajar. 

–¿Te acuerdas de lo que escribes?

Olvido bastante. Eso me pasó con estos cuentos. Telepunga, por ejemplo (el relato que le da nombre al conjunto y que en el borrador no se llamaba así), volví a leerlo el año pasado, cuando lo pillé por accidente, y me encantó. Me dije a mí misma: “¡Arelis, de dónde sacaste esto!”. Recién después de leerlo me vinieron flashazos del pasado, recordé el sentimiento o la disposición que tenía al escribir. Me acuerdo de mí misma hablando en voz alta para capturar mi registro oral. La fecha, el lugar, la hora en que lo escribí, no me acuerdo.   

–¿Cómo dirías que escribías hace más de diez años? ¿Qué queda de eso en la escritora de hoy?

Hace diez años escribía muy influenciada por lo que aprendí en los talleres de columnistas de la Zona de Contacto, de El Mercurio. Eso de la frase corta, del pop como recurso universal, de la experiencia personal como semilla. Hace diez años, también, leí esa frase de Kiko Amat a la que vuelvo siempre: «Escribe como hablas». La literatura que suena oral, el cuento que suena como conversación es lo que más me gusta leer y lo que más disfruto escribir. 

–¿Qué mirada tienes sobre el género cuento? ¿Qué lugar ha ocupado en tu escritura?

Ahora que acaba de publicarse Telepunga, me doy cuenta de que he escrito una veintena de cuentos. Aunque si considero las columnas de opinión que solía publicar, ahí también hay una veintena. En mi disco duro, actualmente, hay dos novelas inéditas, una crónica de largo aliento y una traducción de poesía. Me imagino que debe sucederle a varios autores también, que lo que han publicado no necesariamente refleja todo lo que han escrito. Me gusta eso que dijo Cortázar sobre el cuento, que debe ganar por knock-out. Es una cachetada, un golpe de sorpresa. Construir esa anécdota secreta y maravillosa es una labor de relojería que disfruto mucho.   

–Estos cuentos son de la época de Quiltras. ¿Cómo se relacionan? ¿En el tema, el tono? 

Se relacionan en la voz, porque conservan el estilo minimalista y veloz de los cuentos de Quiltras. Se relacionan porque otra vez aparecen chicas proletas de Gran Avenida o de contextos rurales. También se conectan por las temáticas, hay mucha violencia en esta nueva entrega, el horror de la vida cotidiana. 

–Los Telepunga llegarán a España y a Penguin con la colección Yegua de Troya que edita Gabriela Wiener. ¿Qué lugar crees o esperas que ocupe en ese catálogo?

No tengo ninguna expectativa más que seguir creciendo como autora. Estoy muy agradecida de Gabriela Wiener. Cada vez que esta mujer cruza mi camino me suceden cosas fantásticas. Por eso le dedico el libro en la primera página, cuestión que decidí mucho antes de que pensara siquiera en compartirle el libro a Gaby para su lectura.  

–Cuando leí los cuentos, recuerdo, una de las cosas que te dije es que la perversión estaba muy presente. ¿Por qué quisiste meterte a ese campo/ ámbito/ dimensión?

Después de leer los cuentos, Claudia Apablaza empleó la palabra «crueldad». Tú hablas de «perversión». En Goodreads una lectora reseñaba el libro como «horror social». Yo escribo de lo que me obsesiona, en este caso, de lo que me da miedo. Le tengo terror al abuso sexual, a la violencia machista, a la miseria, a la muerte. A partir de chispazos de experiencias personales, de vivencias de gente que amo, voy tejiendo historias que buscan encapsular ese horror cotidiano, para denunciarlo, para exorcizarlo. Es para decir: mira, a las niñas las violan sus amigos y nadie hace nada. Y que eso ojalá te remueva.

–¿Hay en Telepunga una mirada diferente al mundo popular que en Quiltras?

Creo que es la misma mirada, expandida. A mí el mundo popular me genera ambivalencia, porque lo amo, de allí vengo, lo habito, hacia allá siempre voy. Encuentro belleza en los puestos de verduras, en las pieles morenas, porque mi abuela es una verdulera afrodescendiente. Sin embargo, me duele el mundo popular porque hay una precariedad gigantesca. La concentración de la riqueza y la explotación laboral genera castas, me parece desgarrador que haya gente que deba vivir al día, que esté con pañitos vendiendo cachivaches en la vereda, como cada día veo en Valparaíso y en los arrabales de cualquier ciudad de Chile.

–En Telepunga hay un par de cuentos que tienen a la masculinidad muy presente, atravesada justamente por la perversión y la violencia. Pienso en Escopeta, en Trenes, en el de la violación. ¿Cómo definirías esa perspectiva en el libro?

Esa violencia de la que hablas está presente en Quiltras o en mis columnas de opinión. No es nuevo que aborde estos temas. Ahora, en los cuentos de Telepunga por primera vez narro desde voces masculinas, eso sí es nuevo. En todos los casos intento mostrar la ambivalencia de las relaciones de poder, de cómo podemos ser víctimas o victimarios dependiendo de nuestra posición de sujeto. Por ejemplo, en el cuento La escopeta el abusador es un niño cuyo padre también lo agrede. Me interesan esos lugares grises, no creo en la maldad absoluta. 

–Sobre el ejercicio mismo de la escritura, ¿cómo haces? ¿Tienes bloques protegidos? ¿Cómo se mete en tu rutina que además tiene la labor y trabajo de ser tallerista? 

Me dedico a la docencia, soy una «profe taxi», me muevo como los circos, invitando gente a talleres donde acompaño sus procesos escriturales y les comparto las estrategias que a mí me han hecho sentido. Esa es mi prioridad porque así me gano la vida. Como dice la Violeta Parra, «en ratitos que me quedan» me siento a escribir o a editar. El bloque protegido es para leer libros, leo cada mañana al menos una hora. Puede que a veces no escriba una línea, pero no hay día que pase sin leer porque el alimento de un escritor es la lectura.

–¿Cuáles son tus actuales preocupaciones escriturales?

Mi mayor preocupación es desaprender. Estudié periodismo porque quería que me enseñaran a escribir. Y lo logré, me enseñaron fórmulas, moldes para armar columnas, reportajes, entrevistas. En los talleres de El Mercurio aprendí a evadir las cacofonías y a sembrar puntos bien seguidos. En estos últimos años me he dedicado a explorar nuevas formas. En ese sentido, la poesía es algo que me interesa muchísimo, es tan chascona, me vuela la cabeza. También bebo del cine y de la música, lo interdisciplinario es fuente inagotable de inspiración.

AUTOR/A/ES
POR 
Francisca Palma
Nortina y hospiciana. Periodista, funcionaria pública y bordadora. Autora de Iquique Glorioso (Editorial Radio U. de Chile, 2016) e Iconoclastas (Navaja, 2024).
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