[Presentación] Lluvia, cariño, esperanza y delirio

septiembre 03, 2025
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El sexto libro del investigador Cristóbal González Lorca posa su mirada en Aldo “Macha” Asenjo, uno de los nombres que ha definido parte importante de la música popular chilena en lo que va de siglo.  “Lo que hay que soñar hay que vivirlo: Una crónica musical sobre El Macha”, es una mirada directa y privilegiada a la obra del líder de La Floripondio, Chico Trujillo y El Bloque Depresivo.

El episodio es digno de Cien Años de Soledad. Visitar Villa Alemana en 1983 era exponerse a un realismo mágico lisérgico en medio del gris de una de las dictaduras más ruines del continente. La marginalidad de un pueblo arrojado al hambre cruzaba su narrativa con la de una comunidad en plena experiencia mística, cuando el joven Miguel Ángel Poblete, en lo alto del cerro El Membrillar, afirmó ver a la Dama Blanca de la Paz, la Virgen María. Una escena de evocativa fantasía popular, exclusión y sordidez. En palabras de Aldo Asenjo, entonces un niño villalemanino, una experiencia “de hueveo”, también. Un hito forjador de la identidad de una generación de niños, niñas y jóvenes aburridos del establishment, sedientos de experimentación y goce, y dispuestos a construir con sus propias manos las posibilidades estéticas que les habían sido negadas. Como él.

Hay que imaginarse a Asenjo –al Macha, líder de tres de los proyectos más interesantes y con mayor salud creativa de las últimas cuatro décadas como lo son La Floripondio, Chico Trujillo y El Bloque Depresivo–, en ese momento adolescente, mientras observaba a las chicas de los liceos de monjas peregrinar al cerro, pasaba tardes completas escuchando a Sumo y construía una personalidad política inspirada en Salvador Allende y Víctor Jara, con el sustrato de júbilo que acostumbraba prensar Pedro Lemebel en su obra. Porque no valía la pena vivir la juventud y cantar a este país que cruzaba el camino desde la dictadura a la democracia sin poner las ganas de vivir en frente.

De estas y otras experiencias está compuesto el libro Lo que hay que soñar hay que vivirlo: Una crónica musical sobre El Macha de Cristóbal González Lorca, editado recientemente de manera independiente. El currículum y la sensibilidad artística de González Lorca –músico, gestor, investigador y amigo de Asenjo– se nutren de los múltiples encuentros que ha tenido con el Macha durante cerca de treinta años de amistad y trabajo colectivo, sobre y bajo el escenario, para entregar algunas señales que ayuden a dibujar al músico y a develar la incógnita.

Y es que el Macha a menudo es descrito como “uno de los nombres más enigmáticos de la música chilena”. El enigma, como concepto y como carácter, es una suerte de categoría eidética de la carrera y obra del Macha, hombre de pocas entrevistas, contadas apariciones en televisión y cuyo impacto en la música popular chilena se ha inscrito con una fuerza inapelable, aunque misteriosa. ¿Quién es este villalemanino que nos ha hecho vacilar, protestar, prender pitos, bailar y llorar desde 1992, entonces?

En su conjunto, Lorca ofrece una lectura hilvanada con retazos de memorias y textos que no siempre le pertenecen. Autores como Johanna Watson y Jordi Berenguer aportan con algunos capítulos, cedidos a un autor que, a ratos, parece un buscador de tesoros de internet. Así, su pluma funciona como un pegamento de memorias, estilos y formatos que varían entre la crónica, la crítica, la investigación y una generosa colección de registros audiovisuales complementarios.

Esta virtud del autor —de escribir un texto con pretensión coral— es también su sello más distintivo, pues, al finalizar el libro, la historia del Macha se comprende bajo los ojos de uno de los testigos privilegiados de su carrera, ascenso y consolidación. Es, explícitamente, el Macha a través de los ojos de Cristóbal González Lorca. Por esto, el libro también puede leerse como una biografía del mismo autor a través de su relación con el Macha, estilo que ha imprimido en sus anteriores publicaciones Un paso adelante. Una cronología del ska en Chile (Santiago Ander, 2000) y Virus en Chile: La locura del rock que nos contagió (Biblioteca de Chilenia, 2025).

La fundación de La Floripondio, el desarrollo del rock chileno en la segunda mitad de los noventa, los inicios de Chico Trujillo, las giras a Alemania, la explosión de la nueva cumbia, la expansión del Bloque Depresivo y la aventura de proyectos como Cabezas Rojas son narrados con una pluma ligera, generosa en anécdotas y valiente en tomar partido sobre quien considera como uno de los músicos fundamentales de este siglo.

¿Qué nos dice, entonces, González Lorca sobre el Macha? ¿En qué lugar lo sitúa? ¿Cómo explica el fenómeno de masividad de este niño de Villa Alemana reacio a las luces?

Imaginemos un Diagrama de Venn compuesto por tres círculos —como corresponde a este modelo—, cada uno representativo de una dimensión particular en la que podemos ubicar a las y los grandes astros de la música popular chilena. No cualquiera: hablamos de aquellas y aquellos con verdadero arrastre y profundo arraigo popular. Un primer círculo estaría dedicado, por ejemplo, a quienes han logrado un sold out en el principal escenario del país, el Estadio Nacional. Allí figuran Sol y Lluvia, Los Prisioneros, Los Bunkers y Myriam Hernández. El segundo círculo corresponde a quienes trascendieron las fronteras de la industria y desafiaron sus caminos tradicionales, logrando inscribirse en el cancionero popular aun cuando dijeron no al Festival de Viña del Mar. En este grupo, Los Vásquez y Ana Tijoux son referentes emblemáticos. Finalmente, un tercer círculo reúne a quienes, desde la Quinta Región, tensionaron las leyes estéticas de la música popular, creando a veces propuestas nada populares al oído, pero que terminaron por ganarse un lugar en el libro mayor del cancionero chileno. Allí están, sin dudas, Los Jaivas y Congreso.

Entonces, ¿qué artista puede situarse en el centro de este diagrama, encarnando al mismo tiempo masividad, alternatividad y ambiciones artísticas poco convencionales? Desde Villa Alemana, la respuesta es Aldo Asenjo, el Macha.

Como resume el autor: “un músico que nació en un contexto de búsqueda identitaria y expresiva; uno cuya música contiene reclamo, rabia, pero también celebración y euforia”, que se ha nutrido de artistas tan distintos como Cecilia, Tommy Rey, Joe Vasconcellos y su compañero Claudio Pajarito Araya, recientemente fallecido; Los Jaivas, Álvaro Henríquez, Luca Prodan y Violeta Parra; Mike Patton, Skatalites, Banda Conmoción y Julio Jaramillo.

Hoy el Macha se prepara para tocar la cumbre con un lleno total en el Estadio Nacional, junto a su proyecto más exitoso y transversal, El Bloque Depresivo, volviendo nuevamente lo imposible en realidad: rebalsar el coliseo mayor con una música íntima, fuera de toda lógica comercial, como es el bolero.

Ya había vaticinado este presente en ese hit subterráneo ‘Fiebre Sudamericana Style’ del año 2005:

Después de tanto correr
De tanto evitar la calma
La felicidad está
Siempre y siempre donde le conviene
Lluvia, cariño
Esperanza y delirio
Siento hoy
Fiebre Sudamericana Style

AUTOR/A/ES
POR 
Cristofer Rodríguez Quiroz
Profesor y Magíster en Historia. Co-autor del libro 200 discos de rock chileno (Ocho Libros Editores, 2020) y Con el corazón aquí (Editorial U. Alberto Hurtado, 2022). Investigador, divulgador y crítico musical.
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