/ por Elena Oliva
Nación, Estado y revolución en el pensamiento de Jean Casimir
El libro que tenemos entre las manos* es una invitación a (re)encontrarnos con Haití, un país que desde Chile muchas veces nos resulta lejano –pues cierta es nuestra distancia geográfica– pero que como latinoamericanos no podemos dejar de prestarle atención –su revolución marcó el inicio de una nueva etapa histórica en la región: el proceso independentista y de construcción republicana. La traducción al castellano de los ensayos que aquí se presentan, responde a un esfuerzo por reconectar la situación actual e histórica de este país con el mundo hispanohablante de América Latina, a través del pensamiento de uno de los sociólogos e intelectuales haitianos más destacados del último tiempo.
Jean Casimir, el autor de los ensayos que componen este libro, con un análisis crítico, lúcido y fino en sus terminaciones, nos aproxima a la realidad de su país en las últimas dos décadas, luego del fin de la era duvalierista. Entre fines de los años ochenta y principios de la década de los noventa, Haití estaba en la búsqueda de la democracia; el movimiento Lavalas y el proceso eleccionario que llevó a Jean Bertrand Aristide al gobierno, son muestras de ello. Pero nuevamente algo falló y el normal desarrollo democrático se vio afectado, entrando en una crisis política, social y económica que tuvo como consecuencia varios golpes de Estado, una nueva intervención de las tropas estadounidenses en el país y, más adelante, la intervención de organismos internacionales, como Naciones Unidas, con el objetivo de lograr la ansiada estabilización.
Los cuatro ensayos que conforman esta compilación –“Ayiti Toma”, “Haití y sus elites: el interminable diálogo de sordos”, “Una isla que no cabe en el océano”, y “La revolución de 1804 y el Estado”– son publicados en este período de crisis, entregándole al lector un análisis de la sociedad haitiana actual. El Estado, el ejército, las iglesias, los grupos que integran estas instituciones y los cambios que han tenido en el tiempo, así como las relaciones sociales que las han dinamizado, son algunos de los aspectos que Casimir revisa en sus escritos. Pero no nos engañemos, el proyecto de Casimir no es el del análisis coyuntural. Su principal preocupación es el Estado, y para comprenderlo, así como a sus instituciones y los grupos sociales que lo conforman, el autor nos propone repasar a la luz de los hechos posteriores, las promesas e ideales de la revolución que le dio nacimiento.
Uno de los aspectos más interesantes que nos plantea Casimir es su interpretación de la historia del Estado en Haití. El autor propone la existencia de dos Estados: uno, el de 1804, y otro, el que nace en 1915 bajo el período de la Ocupación norteamericana. Cada uno de ellos alberga un proyecto diferente. El primero es fruto de la revolución y, a pesar de las tensiones y problemas que se generaron en su implementación debido a las luchas de poder entre los antiguos y los nuevos libres, es decir, entre los criollos y bozales, se trata de un Estado que cobijó a la nación y buscó entregarle una organización. Cabe mencionar que la nación haitiana, en palabras de Casimir, se constituye al alero de la revolución, de modo que antes 1790, ésta no existía. El segundo Estado, el de 1915, es un agente extraño, impuesto, dependiente, cuyas prácticas e ideales no se corresponden con las del pueblo haitiano, generando una disociación que necesariamente lleva a la opresión para la mantención del poder, siendo para el autor, un claro ejemplo, el período de los Duvalier.
La bifurcación del Estado en dos almas, por así decirlo, ha llevado al desencuentro entre el Estado y la nación, desembocando en una importante crisis que estalla al término de los años ochenta y pide el establecimiento de la democracia. Pero, y así lo demuestra la historia, no bastó con un cambio de gobierno o de régimen; el problema es, sin duda, más profundo, más estructural. Para Casimir, lo que ha visibilizado esta crisis es la inexistencia de un Estado propiamente haitiano; lo que se encuentra en Haití es un conjunto de instituciones que le dan forma al aparato estatal, pero éste se encuentra absolutamente desvinculado de la nación a la que debiera servir y corresponderle legitimidad. El diagnóstico de nuestro autor es implacable: el Estado ha traicionado a Haití.
¿Cómo reconciliar, entonces, al Estado con la nación haitiana? Y, más precisamente ¿cómo construir un Estado haitiano? Para Casimir, uno de los caminos es aprender a reconocerse en la historia y la cultura propia; y ese camino es revolucionario. La propuesta del autor puede parecer, a primera vista anacrónica y más adelante utópica ante los ojos latinoamericanos, pues la revolución como alternativa de cambio aparece hoy como una posibilidad que se ha desechado. Pero para Haití es diferente. En primer lugar, la revolución nunca fue una opción entre muchas otras, sino la única salida para la condición de opresión. En segundo lugar y más importante, la revolución tampoco fue un cambio de modelo dentro del Estado-nación, sino la posibilidad de crear un Estado a la medida de la nación que se acababa de conformar; en este sentido Haití es, por definición, revolucionario, ese es su origen y destino. Y Casimir propone recuperarlo.
Una de las estrategias para ello es el cimarronaje. El autor reconoce que esta práctica de huída está en la base social y cultural misma de los haitianos. No obstante, como técnica contra la opresión, efectiva por cierto en un momento de la historia, no puede quedarse en el escape constante y debe convertirse en una fuente de creación continua que alimente al Estado y sus instituciones. Haití debe transformarse con sus conocimientos, implementar políticas a la medida de su identidad como pueblo, con pleno reconocimiento de sus tradiciones, religiones y lenguas. Fundamental para llevar a cabo estos cambios, es contar con un gobierno a la altura de las circunstancias: “un gobierno revolucionario es un gobierno de servidores”, señala Casimir. Y es que las transformaciones políticas deben ir acompañadas de mutaciones en los ámbitos sociales y culturales que posibiliten la reconstrucción de los vínculos entre los diversos grupos de la sociedad y, sobre todo, redefinan el rol de las elites dirigentes. No se trata, en consecuencia, de hacer otra revolución, sino de avanzar hacia un proyecto político que retome el espíritu revolucionario de 1804.
El análisis al que nos invita Jean Casimir resulta atractivo, al menos, por dos razones. Por una parte, en un momento en el que la crítica postmoderna determina las reflexiones, sorprende la autonomía de este autor para retomar, revitalizar y relegitimar conceptos como Estado, nación y revolución, tan cuestionados por su impronta moderna. Por cierto que cuestiona el proceso de instalación y desarrollo que han tenido en Haití, pues en buena medida han sido dirigidos por agentes externos, pero no los desecha como articuladores de la vida en sociedad.
Por otra parte, nos ofrece un tipo de análisis en el que resulta imposible, o al menos insuficiente, diagnosticar un presente y proyectar un futuro, sin volver al pasado. Casimir realiza un ejercicio de memoria histórica al que no estamos, o dejamos de estar, acostumbrados y que resulta tan necesario para las ciencias sociales latinoamericanas. La evaluación de los actuales proyectos nacionales queda en deuda sin una perspectiva histórica que vuelva a poner en relación las expectativas originales de la independencia con el proceso republicano efectivamente realizado.
La reflexión que aquí nos presenta Jean Casimir, bien merece ser replicada en los otros países de la región, tarea que queda para los analistas sociales. Por lo pronto, y a través de la traducción y publicación que nos entrega Ambos Editores, tenemos la oportunidad de conocerla y disfrutarla.
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* Este texto sirve de prólogo al libro Haití de mis amores. Análisis crítico de la sociedad haitiana desde la Revolución de 1804 (Ambos Editores, 2012) de Jean Casimir.
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