Violeta Parra, la artista de fuerza más expansiva que ha surgido en este paisaje con ínfulas de país, además de incursionar en la música, la poesía, la pintura, la danza, la escultura y la cerámica, también tuvo una menor, pero no por eso menos relevante, participación en el cine –quizá el arte menos tradicional. Al poco tiempo de regresar de su primer viaje por Europa (julio 55′ – noviembre 56′), Violeta volvió no sólo más intensa su actividad creadora, sino que también más extensa. Fue en esa época que forjó una amistad con una de las figuras clave del cine experimental en Chile, el realizador Sergio Bravo, con quien colaboró en dos oportunidades, realizando la composición musical de los documentales Mimbre (1957) y Trilla (1959). Entremedio, en el 58′, colaboró también con Jorge di Lauro y Nieves Yankovic 1. para el documental Andacollo, que aborda la tradicional celebración del día de la homónima Virgen durante la última semana de diciembre en la IV región.
Tanto los documentales de Bravo como el de la dupla di Lauro-Yankovic fueron importantes piezas en el incipiente desarrollo del -ya por esos tiempos- denominado «Nuevo cine chileno» y, en ese sentido, lo primero que se puede decir es que la participación de Violeta se produce ‘en el momento justo’. Lo segundo, es que la naturaleza del trabajo de Violeta fue distinto en cada caso. En Mimbre, por ejemplo, se trató de una composición para guitarra que opera de manera incidental a lo largo de los 10 minutos que dura el corto. Además, fue ejecutada por la cantautora de manera improvisada en el momento en que visionaba por primera vez la película 2, tal como hicieran, un año más tarde, Miles Davis y su cuarteto para la película Ascensor por el cadalso de Louis Malle. Lamentablemente, el documental Trilla no se encuentra disponible en internet, pero según indica el sitio cinechile.cl, en esa ocasión Violeta compuso “otras piezas breves a las que agregó algunas grabaciones de temas recopilados que ya habían aparecido en discos” 3. Finalmente, en Andacollo, su aporte consistió en seleccionar e interpretar cuatro canciones tradicionales rescatadas en su trabajo como recopiladora: “Doña María le ruego”, “Del mirarte y no mirarte”, “Si lo que amo tiene dueño” y una cuarta cuyo título desconozco; las cuales, si bien tienen un espacio más acotado dentro del metraje de 28’, dialogan de manera bastante natural con el resto del material sonoro de la obra.
Aparte de ese ámbito –que probablemente haya sido documentado en más de alguna tesis guardada en un anaquel incluso más profundo que su marco teórico– se sabe por medio de su hijo Ángel que Violeta era una amante del cine: “A mi madre le gustaba el cine, me llevó en más de una ocasión. Las películas Mon oncle, Monsieur Hulot, Si todos los hombres del mundo, El globo rojo, las vimos juntos, sin preparación previa, pasábamos delante del cine, miraba los afiches y me preguntaba: “¿quieres ver esta película?” Y sin esperar respuesta entrábamos y veíamos el film” rememora en el libro Violeta se fue a los cielos. Y es justamente de esta referencia que me colgaré para tomar una curva inclinada, volver a mi rol de desfasado comentador de películas olvidadas y justificar, de una vez y para siempre, el título de este téxtico. Así de golpe, como quien sale a hacer trámites una mañana y, desbordado por un feroz deseo de mundos distantes, se mete al cine y se queda a ver todas las películas programadas para esa jornada –por supuesto, utilizando la vieja técnica de esconderse en el baño entre cada función. Así, decía, presento las cuatro películas recién citadas al desorientado lector.
Les vacances de Monsieur Hulot (1953)
Dirigida por Jacques Tati
La película más conocida del realizador llamado mediáticamente «el Charles Chaplin francés»; la cual, más que una historia coherente de principio a fin, presenta una serie de viñetas humorísticas sin otra conexión que el contexto en el que irrumpe el protagonista: un hotel de turistas vacacionando en la costa de Bretaña, norte de Francia. Hulot es un antihéroe vital. Se viste de forma ridícula y se mueve con torpeza e indiscreción, por lo cual se crea multitud de problemas que lo conducen a las situaciones más inesperadas. Sin embargo, hay en él algo bonachón, un halo que lo hace pertenecer a la estirpe de los tontos con suerte, por lo que sus errores nunca acarrean graves consecuencias. En el fondo, Hulot es la nota disonante en este escenario veraniego, la fuerza del absurdo que viene a revolver el gallinero de la placidez burguesa. Dato rosa: Saint-Marc-sur-Mer, la playa donde se rodó la película, es conocida como La playa M. Hulot. Además, en 1999, se inauguró una estatua del personaje, pero a los pocos días, alguien robó su pipa.
Mon Oncle (1958)
Dirigida por Jacques Tati
El regreso de Monsieur Hulot. Ya no en b&n sino en color, ya no en Bretaña sino en París, ya no de vacaciones sino cesante. Mi tío es una austera –pero no por eso menos aguda– sátira de la burguesía industrial parisina, cuyo moderno estilo de vida parece ridículo y banal frente al ritmo y el color de la cotidianidad en los barrios populares. Al igual que en Las vacaciones, en esta película Tati exhibe una comicidad que, más allá de lo entrañable de su personaje Hulot, se sustenta en la sutil atención al detalle visual y en los efectos de sincronía y fuera de campo sonoro. He ahí precisamente donde radica su originalidad como comediante, en su talento para narrar y hacer reír utilizando el lenguaje específico del cine. Dato rosa: en la película Domicile Conjugal (1970), Francis Truffaut realiza un homenaje a Tati haciendo aparecer en un cameo a su famoso personaje Hulot –aunque interpretado por Jacques Cottin, que fue, a su vez, el diseñador de vestuario de Mon Oncle.
Le ballon rouge (1956)
Dirigida por Albert Lamorisse
Este laureado cortometraje escrito y dirigido por Lamorisse es ya un clásico por derecho propio y un ejemplo de cómo construir un relato apoyándose primordialmente en las imágenes –y, para ser justos, en una magnífica banda sonora a cargo de Maurice Le Roux. El argumento es simple: se trata de la aventura de un niño (interpretado por el hijo del director) que entabla una relación de amistad con un globo que rescata de las alturas de un farol. Una exploración de la experiencia infantil desde una mirada que conjuga el juego, la fantasía y sobre todo la ternura. Dato rosa: en su rodaje se utilizaron cerca 25.000 globos –si lo ven, sabrán por qué. Además, es el único cortometraje que ha ganado el Oscar en una categoría de largometraje: Mejor guión.
Si tous les gars du monde… (1956)
Dirigida por Christian-Jaque
La tripulación del Lutèce –un pequeño barco de pesca francés surcando el mar del Norte– enfrenta una dramática situación al percatarse que una grave enfermedad los acompaña a bordo y ha comenzado a expandirse de forma preocupantemente rápida –y de la cual se culpa al único afroamericano del grupo. A causa de problemas con el aparato comunicador del barco, el capitán recurre a la radio de ondas cortas para transmitir el S.O.S, el cual es captado por un grupo de radioaficionados en Togo. Con la ayuda de un doctor, diagnostican la enfermedad y realizan las primeras gestiones para enviar ayuda a los marineros. Precisamente en este aspecto radica la originalidad del argumento de Si toda la gente del mundo: la solución al conflicto es aportada por una extensa cadena de desconocidos que, en una hazaña de fraternidad y solidaridad internacional, logra evitar una tragedia. Dato rosa: en los países de habla hispana, la película fue distribuida con el curioso título de T.K.X. no contesta.
A partir de esta –confieso– algo arbitraria selección, quisiera lanzar al voleo un par de disparatados comentarios y observaciones antes de huir hacia el silencio.
A modo general, lo que tienen en común estas películas es que son todas producciones francesas de los años 50′ –misma década en la que la folclorista colabora con los realizadores nacionales. En ese sentido, es bastante probable que sus dos primeros años viviendo en París hayan influido en el interés de Violeta por el cine, mal que mal, la capital francesa ha sido desde siempre sinónimo del séptimo arte. Esta es una época en que la cinematografía francesa –y occidental en general– atravesaba una etapa de renovación pues la narrativa tradicional (el aura de Hollywood y su «star system» iba ya en decadencia) se encontraba agotada; sin embargo, los títulos mencionados por Ángel Parra en la biografía sobre su madre representan una selección de películas que ha superado con buena nota el infalible examen de Chronos.
¿Por qué es (o podría llegar a ser) interesante analizar el rol del espectador a partir de una creadora como Violeta Parra? A mi juicio, porque entre espectador y creador no hay un límite sino más bien un tránsito –que consiste en abandonar la posición expectante para asumir el rol activo de la creación. El creador no es otra cosa que un receptor inconforme o entusiasmado que ha decidido meter las manos y poner el cuerpo. En ese sentido, ver las películas que vio Violética es una forma posible de construir una biografía fuera de campo de su mirada ante el arte cinematográfico, además de ser, por supuesto, la manifestación de una melancolía por aquello que no se sabe ni se sabrá. Como sea, siempre es bueno tener una excusa para sumirse en la obscura habitación donde memoria, sueño e imaginación son materiales suficientes para pasarse un par de películas.
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[Portada] Violeta en el estudio de grabación.
Perfil del autor/a:
Notas:
- Recientemente, la Cineteca Nacional ha restaurado una colección de la importante pero aún poco reconocida dupla de documentalistas. Acá el link a la colección http://www.ccplm.cl/sitio/coleccion-restaurada-yankovic-di-lauro/
- En Después de vivir un siglo, Víctor Herrero describe así la situación: “Sentada en una sala del recién creado Centro de Cine Experimental de la Universidad de Chile, ubicado en unas humildes dependencias en la calle San Isidro Nº 85, a pocas cuadras de la Alameda, Violeta tomó una guitarra y fue improvisando mientras el director le exhibía su obra” (p. 226)
- http://cinechile.cl/persona-3267