“No existe sexo sin racialización” dice uno de los eslóganes desarrollados dentro del proyecto que posibilita esta publicación 1 “No existe sexo sin racialización”, “la heterosexualidad es colonial”, “lo queer no te quita lo racista” se puede leer en el archivo fotográfico de la acción La indocumenta(dx), realizada como parte de este proyecto. Al repasar este archivo de imágenes y al leer los textos aquí reunidos una no puede dejar de reconocer el impulso que ha ido tomando el campo de crítica que iniciamos hace una década en el feminismo y los discursos de la sexualidad en América Latina, y, antes que esto, sin duda alguna con el llamado giro de(s) colonial.
La frase “no existe sexo sin racialización” viene a condensar de forma efectiva una crítica y un nuevo horizonte de la política sexual y de la disidencia sexo-genérica. Las tesis que ha venido a proponer el análisis de la colonialidad del poder se revelan así́ como campo fértil que habilita nuevas interpretaciones en la comprensión del poder y la dominación que repercute en el amplio abanico de la acción social, incluyendo el campo del género y la sexualidad.
Si Quijano (2000) señala que con la conquista e invasión del continente (re)nombrado por los colonizadores como “América” se produjeron las nuevas formas de clasificación social e identidades binarias que se impondrán a nivel mundial desde entonces, tales como: indio, negro, mestizo, Europa/no Europa, civilizado/bárbaro, naturaleza/cultura, humano/no humano, el feminismo descolonial vendrá́ a señalar que la idea misma de género, la idea misma de sexo y sexualidad, de normal/ anormal, tal como las entendemos hoy, es constitutiva del mismo proceso histórico (Lugones, 2008; Espinosa Miñoso, 2015; Mendoza, 2010). Ya la teoría feminista negra y de color de mediados de las décadas de los setenta y de los ochenta del pasado siglo había hecho contribuciones fundamentales para entender esto. Sus críticas apuntaban a desmantelar la pretensión de la teoría feminista hegemónica, realizada por mujeres blancas burguesas, de imponer el género como categoría independiente y central para explicar el llamado problema de las mujeres.
La posición de la Colectiva del Rio Combahee a mediados de los setenta respecto del problema del separatismo lésbico, debido a que “sólo admite las fuentes sexuales de la opresión de las mujeres, renegando de los hechos de clase y raza”, justamente apuntaba al problema que hoy podemos enunciar con mayor propiedad gracias a las aportaciones últimas del feminismo descolonial.
La categoría de sistema moderno colonial de género propuesta por María Lugones ha sido sustancial para continuar avanzando hacia una mirada no fragmentada de la opresión/dominación, tal como fue el camino que nos propuso el pensamiento de las mujeres negras, indígenas y racializadas en general que nos antecedieron. Esta categoría nos permite observar al género tal como lo conocemos hoy, como una producción colonial que ha sido generada dentro del mundo de lo humano y no para el mundo de quienes fueron considerados como no-humanos. La misma nos permite dar cuenta de la necesidad de hacer acercamientos diferenciales a un mundo y otro observando la manera en que la raza –sistema de clasificación que ha operado a nivel mundial y que ha construido a las gentes extraeuropeas como gentes atrasadas, subdesarrolladas y sin conocimientos–, naturaliza las diversas formas de esclavización, explotación y dominación a las que han sido sometidos los pueblos no europeos y, así, afecta y determina de forma sustantiva todos los aspectos de sus vidas, incluyendo sus formas de organización comunitaria, la imagen que construyen de sí mismxs y el establecimiento de jerarquías sociales. Si esto es así, resulta imposible seguir dando un tratamiento secundario, marginal o independiente a la categoría de raza, sin poder dar cuenta cómo ésta afecta la producción de género y sexualidad.
Un acercamiento descolonial al programa liberatorio de la sexualidad tal como ha sido desarrollado por la agenda LGTTBI y queer, develará los presupuestos modernos implícitos tanto en la construcción del problema de la sexualidad como en sus estrategias y demandas fundamentales. Una teoría y un actividad feminista y de la sexualidad que se tome en serio la lucha contra el racismo y la colonialidad no puede sino partir por una crítica interna de cómo la interpretación del problema y la idea misma de liberacióń sexual han sido producidas desde el pensamiento eurocéntrico y hegemonizadas por la experiencia de quienes gozan de privilegios de raza y clase.
Es justo este objetivo el que motiva y el que articula los diferentes textos reunidos en esta publicación. Los trabajos de diferente índole y registro compilados aquí, muestran con potencia inaudita la rabia a punto máximo de ebullición de quienes hemos sido defraudados por un discurso de unidad entre anormales y la promesa tramposa de liberación para todxs que anuncia con bombos y platillos el programa de liberación sexual.
Las denuncias no se dejan esperar. Los trabajos de Yos, Kenza, Lucía, Leticia y Francisco exhiben el hartazgo propio de quienes conocen bien de lo que hablan y lo han padecido. No importa si en tu país de origen eres parte de los grupos privilegiados, no importa si al final sigues siendo una migrante privilegiada del sur en Barcelona, Madrid o Berlín, cuando la conciencia te pega, sufres cada desaire, cada comentario, cada desplante, cada actitud que muestra la profunda brecha geopolítica, la marca colonial, la jerarquía naturalizada que recuerda a cada instante las vidas que importan y las que no; y créanme, lo que determina todo esto no es la línea de anormalidad o monstruosidad o no, como nos haría pensar Preciado o Butler. Entre la vida de un gay israelí y una buga puta dominicana hay una gran brecha. Entre una lesbiana o una persona no binaria del Estado español y un puto migrante afrovenezolano es fácil saber quién lleva las de ganar y qué vida no cuenta. Mientras algunxs juegan a ponerse bigote o dejarlo crecer, los cadáveres africanos se acumulan en el mar mediterráneo.
Cuando ya todas las utopías modernas han sido desmentidas sólo nos queda entonces la tarea de renegar. Renegar de todo lo que nos enseñaron, todo lo que nos han hecho creer. Impugnar todo el relato y las categorías que nos animaron y nos (mal) cobijaron. Al final, como nos escupe Yos, ya no somos ni queer, ni gay, ni homosexual… tampoco lesbiana. Todas estas identidades ameritan ser sometidas a escrutinio, a sospecha. Habitamos el mundo de las comillas en donde las palabras no alcanzan a nombrar, a traducir, donde éstas pasan a ser provisorias por su inadecuación.
Descubrir, poner al sol, a plena luz del día el racismo, la colonialidad, la imposibilidad de reconocer el privilegio y trabajar por desandarlos, de esto nos hablan los trabajos de Kenza y Leticia. Sus textos van desarmando punto por punto los discursos justificatorios esgrimidos, las prácticas cotidianas, las experiencias naturalizadas de racismo a las que como en una pesadilla son sometidxs lxs cuerpxs migrantes racializadxs en un espacio como el europeo. Y ante ello, Lucía desentraña lo absurdo de la política correcta de los espacios activistas experimentados, la imposibilidad de la traducción y la manera como lxs cuerpxs, las experiencias y los productos culturales de los sujetos coloniales del sur son devorados y consumidos dentro de estos espacios.
Así y como verán, los textos que encontrarán a continuación no serán fáciles de digerir para ciertos espacios de este activismo sexo-genérico tan autocomplaciente. Este libro debería ir acompañado de un anuncio de advertencia: no apto para blancxs autocomplacientes, espacio libre de fragilidad blanca.
¿El resto? Pásele y disfrútelo, no más.
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[Portada] «La creación de Dios» de Harmonia Rosales.
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