Crímenes políticos y tecnologías secretas. Presentación de “Camelot”

La novela del periodista y escritor Dauno Tótoto Taulis, publicada por Ceibo Ediciones, se adentra en un famoso proyecto de inteligencia que habría encomendado el presidente J.F Kennedy para extender la hegemonía de Estados Unidos y del que Chile habría sido laboratorio para ejecutarlo; todo esto cruzando ficción con hechos reales.

A finales del año 2010, la actriz y exdiputada María Maluenda hizo entrega al autor de este libro un legajo de grandes dimensiones que contenía miles de folios antiguos y deslavados. Al hacerlo, le rogó que cumpliera con la misión que su hijo José Manuel Parada, asesinado por la dictadura de Pinochet, no pudo llevar a cabo: dar a conocer lo que estos documentos contenían y cómo lo ahí detallado había influido dramática y definitivamente en la política y en la construcción/distorsión de la sociedad chilena a partir de la década de los años ’60.
Los documentos eran las actas de las sesiones de una Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados -en la que Maluenda había participado-, que había trabajado en 1964 para descubrir y develar un plan de espionaje e intromisión de las agencias de inteligencia norteamericanas en Chile. Dichas actas, que se suponían perdidas, hechas desaparecer, habían sido guardadas por un muy discreto funcionario del archivo de la Cámara. Los documentos, además de contener los detalles de cada sesión, estaban profusamente intervenidos con largas anotaciones manuscritas en los bordes y en las partes traseras de cada documento. Las anotaciones a mano alzada resultaban ser más inquietantes y reveladoras del alcance de la conspiración que las actas mismas.
El autor fue incapaz, en un primer momento, de entender el contenido de lo que le había sido entregado, ni qué era lo que la exdiputada –que falleció pocas semanas después de la reunión durante la que le traspasó la mencionada tarea– esperaba que hiciera. Los legajos fueron guardados en una caja de cartón, olvidados dentro de un clóset durante 20 años.
Cuando el autor se interesó, dos décadas después de haber guardado y olvidado los documentos, por la influencia de los algoritmos, las redes de información, las agencias y corporaciones que operan para la construcción de los mecanismos de control de las ideas y voluntades individuales y colectivas de la humanidad, las noticias falsas, la manipulación de elecciones, la justificación colectiva de la pérdida de libertades, el resurgimiento del fascismo y el autoritarismo a nivel global, recordó la existencia de dichos documentos y presintió la indefinible conexión entre los añejos papeles y las cada vez más intrincadas redes neuronales de la Inteligencia Artificial y sus amenazas.
Fue así que comenzó la compleja, apasionante y aterradora investigación que sirve de corpus para esta novela, “CAMELOT”. Sustentada en una investigación histórica y periodística profunda y exhaustiva, el autor nos conduce por los muy reales entresijos del espionaje, los crímenes políticos y las tecnologías secretas que han hecho de la privacidad una ilusión de masas y nuestras acciones, deseos y certezas nada sino implantes que escapan a nuestro dominio y comprensión.
Los arturianos
“¿Cómo garantizar nuestra hegemonía mundial? ¿Cómo saberlo todo para predecirlo todo y así controlarlo todo? ¿Cómo manipular, provocar o alterar los procesos de transformación social en cualquier sitio del mundo en el momento y del modo que nos convenga?”.
Esas fueron las preguntas esenciales que hizo John Fitzgerald Kennedy a sus hombres más cercanos, sus Arturianos. Eran los últimos días del año 1959 y Jack, el joven católico y de origen irlandés –como lo eran todos en su equipo más cercano-, estaba a sólo semanas de desembarcar en la Casa Blanca.
Para contestar hacía falta información detallada y en tiempo real de todo cuanto sucedía en cada rincón del mundo. Aquella capacidad no existía por entonces. Además, las principales agencias de inteligencia -la CIA y el FBI- no estaban dispuestas a entregarle en bandeja de plata a Kennedy, a ese “mafioso irlandés”, el poder de la información ni las redes que con tanto esfuerzo y sigilo –algunas veces-, o con tanta sangre derramada –otras tantas-, habían extendido por todo el planeta.
Lo primero que instruyó Kennedy fue crear un nuevo organismo de espionaje que respondiera directamente al Presidente. Y así nació la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA). Lo segundo fue idear un plan, un mecanismo que permitiera la recolección de cada dato, cada opinión, cada movimiento y cada flanco abierto para la injerencia norteamericana en las voluntades individuales y colectivas de todos los pueblos del mundo. Un mecanismo certero que permitiera determinar si la fuerza que los Estados Unidos debía ejercer para garantizar su hegemonía política, financiera, comercial y militar –su Pax Americana-, era la del desembarco de tropas, o la de la manipulación de las conciencias. Y así nació el Plan Camelot, antecesor y punto de partida de los algoritmos que hoy nos controlan y manipulan día a día, segundo a segundo, instante a instante.
Con la llegada de JFK al poder, los Kennedy, que en su mitología familiar se consideraban descendientes directos del Rey Arturo (King Mac Ercae), finalmente recuperaban las dos colosales armas de su antecesor: Lia Fail, la piedra del destino que le otorgaba al monarca sabiduría, magnanimidad y el don de la clarividencia; y el acero imbatible de su espada Calad- bolg, Escalibor, o Excalibur. En Camelot, el reino que abarcaría el mundo entero, se gobernaría con la razón como guía y la fuerza como garantía.