Kikuyo Editorial: “Cada libro requiere algo diferente, intentamos cuidarlos en relación a lo que necesitan”

La integrante de este proyecto creativo, Natalia Alarcón, conversó con La Raza Cómica para ahondar en los procesos que hay detrás de cada una de las propuestas que publican en esta casa editora que vive en dos capitales: en Santiago de Chile y Quito, en Ecuador. En un nuevo capítulo de la sección “No sé por qué lo hago”, Natalia dice que en Kikuyo piensan el libro “desde su posibilidad de vincularnos, desde otros formatos, desde su potente relación entre contenido y forma”.
Todavía faltan días para la Furia del Libro cuando Natalia Alarcón se toma un momento para conversar. Ajetreadas tareas la traen a Santiago de Chile, comenzando por la participación de Kikuyo en la exitosa feria que llegó a repletar la Estación Mapocho a finales de mayo. A este evento se suman lanzamientos de novedades editoriales y, por supuesto, la impresión y creación de nuevos libros.
Semanas después, publicamos esta entrevista para la sección que ahonda en las motivaciones de las editoriales independientes: No sé por qué lo hago. Natalia revisa las razones y planteamientos de Kikuyo, casa editora binacional, transnacional, trashumante quizás, cuyos integrantes se alojan y mueven entre Quito y Santiago de Chile, haciendo honor a su nombre: ser hierba/pasto que sale en los muros, a pesar del cemento, sembrando libros de autorías que abordan el imaginario andino, los feminismos, la creación, la poética, entre otros tópicos y campos que, como cuenta la editora, está en expansión.
Movimiento de libros que es posible gracias a Natalia junto a Daniel Galeas, Carla Echeverría, Catalina Machado, Carlos P. Muñoz, Santiago Muñoz, Katicnina y Victoria Ramirez y José Luna Valencia, quienes se avecindan en ambos puntos de Sudamérica y que trabajan, como señala su reseña, “al servicio de las luchas sociales, que en apuesta por el trabajo colectivo, prioriza una labor editorial hacia la deselitización del libro”. Todo esto para articular “el concepto de libro orgánico: el libro orgánico es un libro vivo, un libro que es orgánico a la comunidad editorial, gráfica y creativa que promueve modelos de producción y vinculación social alternos”.

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–Estás en Santiago –nos encontramos próximas al barrio donde tú te criaste, por Parque Almagro–, pero vives en Ecuador, en Quito, con Kikuyo. ¿Qué pasa con este tránsito?
La editorial funciona en los dos lados. Cuando nos preguntan de dónde somos, decimos que somos una editorial ecuatoriana-chilena. Tenemos doble nacionalidad, la editorial nace realmente el 2016 en Quito, en Ecuador, donde la fundó Daniel Galeas. Yo me sumo al proyecto editorial en España en el 2021, momento donde tomó el rumbo que tiene ahora en el presente.
Kikuyo nace como una editorial de poesía y narrativa, y cuando yo me sumé el 2021 lo hice con el planteamiento de que publicáramos ensayos y pensamiento crítico de Latinoamérica, que abarcáramos del norte al sur de Los Andes y que ahí empezáramos a pensar la materialidad y su contenido, su forma desde otro lado.
De España, luego nos vinimos a Chile y estuvimos en Valpo viviendo un año y medio. Valparaíso nos recibió muy bien, empezamos a hacer talleres en el CENTEX sobre el oficio editorial, entre otras cosas, pero nos cambiamos a Santiago porque dependíamos mucho de la capital, el papel, las ferias más grandes, las imprenta, todo era acá. Y así comenzamos a ampliar nuestro catálogo poco a poco, para que funcione y se active entre el norte y el sur de Los Andes.
–Le tiene que hacer sentido a ambos públicos…
Sí… intentar. Hay cosas que son más específicas y solo funcionan más allá, o al revés, pero la idea es que sean pensamientos transversales de Los Andes.
–¿Cuántos son en Kikuyo?
Somos una equipa grande. Acá tenemos tres compañeras que se encargan de la producción, distribución y gestiones varias. Parte de la producción de los libros es artesanal y otra es industrial, entonces los libros que se hacen artesanalmente lo hacemos aquí en el taller. Allí tenemos nuestras máquinas inkjet, muy caseras, y distintas herramientas de encuadernación y serigrafía. Las chicas producen acá y se encargan de llevar el cuidado de los libros. La producción industrial la hacemos en imprenta. Y allá en Quito también funciona de la misma manera.
Lo que luego empezamos a hacer es andar moviendo los libros en la maleta. Yo ahora me traje una cantidad de libros para acá que imprimimos allá, y me llevo los que imprimimos acá. Andamos moviendo los libros poco a poco, intentando llegar a otros territorios. En todo esto, yo me encargo del diseño editorial y de editar, y Daniel se encarga de coordinar y editar. De llevar las redes y su coordinación principalmente lo hace Katic. José y Victoria Ramirez de la corrección de estilo, Carlos, Carla, Cata y Santiago de la producción artesanal y coordinaciones varias.

–¿Cómo eligen los libros que publican?
Hacemos toda la curaduría con Dani. Nos centramos en los ensayos, entendiendo el ensayo desde su amplitud. Pueden ser visuales, solo texto, experimentales, y vamos creando. Cada año empezamos a hacer una selección de las escritoras que vamos a publicar. Todo tiene que ver con intereses personales y lo que sentimos que en los territorios está surgiendo, o lo que los mismos públicos que se nos van acercando, activan.
Este año decidimos entrar más en temas como la imagen, con la publicación de Andrea Soto Calderón, Indisciplinas de la mirada; de acercarnos a otros públicos, a investigaciones artísticas y otros temas que tengan que ver con el vínculo texto e imagen, territorios, el lenguaje, feminismos, etc.
–Cuando una se acerca al mesón de Kikuyo se ve una colección visualmente heterogénea.
Sí. Cuando nos llega un texto lo leemos, y de ahí empieza todo ese cuidadoso trabajo con la autor/a/e, Intentamos que siempre sea respetuoso, sin pasar a llevar la opinión de ninguna de las personas que están en el proceso. Presentamos el proyecto y pensamos el diseño y empezamos a pensar todos los materiales en relación a lo que el texto pide.
Hay textos que piden ser más grandes, otros más pequeñitos, otros que sean de bolsillo, otros de mesa, otros tienen que tener una extensión de un poster, postal, QR, intentamos que esos elementos sean en serigrafía. Le damos también mucho valor a otros materiales gráficos dentro del libro: que lleve serigrafía, grabado, que se vea que es una encuadernación artesanal; intentamos ser correspondientes con lo que el texto mismo va activándonos. Vamos sacando conceptos del libro: suena de esta forma, la voz es de tal manera, la tipografía, el color, el hilo, la portada, etc.
Pasamos por un trabajo súper chévere de diseño, que me parece lo más entretenido de pensar, ese dispositivo. Ahí también decidimos en relación a la autora, si es que requiere una producción industrial o artesanal. Por ejemplo, el libro Sutura de las aguas de Daniela Catrileo era obvio que tenía que ser industrial, debido a que es una autora más conocida.
Cada libro requiere algo diferente, intentamos cuidarlos en relación a lo que cada objeto necesita, su autoría y su movimiento. Creo que todos tienen su propia vida y su propia personalidad. Y claramente el público lo termina activando.

–Me da la impresión que hay mucho de azar también en todo esto.
Puede ser, pero un azar controlado, es un disfrute totalmente. Es nuestra vida. Ahí estamos aprendiendo poco a poco a respetar ciertos tiempos y procesos, porque nos emocionamos con muchas cosas, nos dan ganas de sumarnos a muchos proyectos. El azar, en tanto movimiento y activación, nos ha llevado a encontrar personas y lugares maravillosos.
–¿Cómo describirías la respuesta de los lectores y lectoras?
Me van sorprendiendo siempre. Los públicos también han ido variando y fueron ampliándose poco a poco, a medida que íbamos publicando. Así como los libros son muy variados, los públicos también son muy diversos. La gente empieza a ser medio fan y se van convirtiéndo en públicos exigentes, en el sentido de que cuando hay ferias van y preguntan: “¿qué hay de nuevo?”.
Nos sentimos muy agradecidos de la acogida y el cariño de la gente, de esa forma se logra posicionar el libro, ese libro que se puede hacer y ser de otras formas, en otros formatos. El libro es posible gracias a todas esas personas, que lo activan en tanto dispositivo sensitivo/ sensible.

–A todo esto que cuentas, ¿qué cuota les pone ser transfronterizos?
Al venir de un territorio que no mucha gente conoce, de Ecuador –como dice Erwin, de Fluq– es como si alargáramos los libros, quisiéramos estirarlos hacia acá, como si quisiésemos demostrar que la Cordillera de Los Andes llega a un amplio territorio y que hay una cantidad de escritoras por todo ese territorio extenso que queremos que se lean, que van surgiendo, igual como la maleza, como el kikuyo. Kikuyo significa maleza en Quito, es un pasto de raíz dura, que crece entre las grietas. Esa es la potencia que nos da estar en dos territorios.
–Sobre las autorías, llegué por una amiga al fanzine Leer es espigar. Ahí vi un posicionamiento sobre esta idea. ¿Cómo lo describirías?
Ciertos libros nos han ayudado a comprender estructuras de pensamiento, que nos van posicionando y también que se van ampliando. Uno de ellos fue el libro de Valeria Mata Plagie, copie, manipule, robe, reescriba este libro.
Con ese libro llegamos a nuestra primera Furia el 2022 y ese objeto nos posicionó y hizo un poco más conocidas dentro del mundo editorial en Santiago. Lo hicimos de forma manual. Valeria investiga sobre cuestiones como el plagio, la apropiación, la autoría en las artes y la literatura especialmente. Nos acerca a lo que es apropiarnos, que los textos no son solo de uno realmente, son un poco de todos, y eso también es lo que tendemos hacer con los libros. Ahí nace Leer es espigar, que son libros que nacen de dentro de nuestras propios intereses. Vimos que debíamos hacer una pequeña biblioteca para que la gente también siga espigando. Es necesario meternos en otros textos, apropiarnos, profundizar en esas lecturas, en otras miradas y potenciarnos en tanto red.
Y siempre es importante reconocer el trabajo de toda las personas que están en un proceso, a las compañeras, por eso nos ponemos todes en los créditos. Hasta quién lo guillotinaba –don Celso– porque hay una cadena afectiva muy larga en el quehacer del libro. No somos nosotros los editores y un grupo de gente, no. Está la gente que lo imprimió, el lugar donde se hizo, hay gente que lo plegó, otro que guillotinó…
Desde ahí intentamos relacionarnos con los autores. Obvio, hay una autoría, pero nosotros no nos quedamos con los derechos de autor de los libros, solo el acuerdo de publicación de ciertos ejemplares. Si la autora mañana quiere irse con otra editorial, todo bien; es hermoso que se difunda.

–¿Cuáles son los proyectos que vienen ahora?
Traemos dos proyectos de Ecuador a Chile, que son nuevos para este territorio.Tenemos a la fotógrafa Johanna Alarcón y la escritora Yana Lucila Lema con Seguimos siendo Kanchikra, que es un diálogo fotográfico-textual. Y el libro ilustrado de Casimira.
Para La Furia, vamos a sacar un nuevo proyecto que se llama Cuerpos de tierras, pensamientos tuberculares. Se trata de artistas visuales que han problematizado la papa en Los Andes. Habla de que los pensamientos también son entrecruzados gracias a las raíces que nos conectan, las papas, los territorios, la agroecología, la cocina. Son dos artistas investigadoras ecuatorianas y dos chilenas. Es un libro de tiraje limitado, producción artesanal de artista.
Otro proyecto, ya a punto de salir del horno, es el de nuestra compañera Catalina Machado, ilustradora, que realizó una serie de ilustraciones de diferentes malezas de Los Andes. Con ella vamos abrir un área de agendas, de cuadernos de notas, que busca posicionar la producción artesanal, el pensar con las manos, el cuerpo, la tierra. El vincularnos como las plantas.
Se viene un libro de Futurismos andinos y nos queda un largo semestre, vienen otros libros que por ahora no te puedo contar.
Y estamos con ganas de ampliarnos y llegar a otros territorios como Perú; ojalá este año ir a México. A Buenos Aires todavía no logramos ir físicamente, pero ya estamos mandando libros. Y abriendo caminos para llevar los libros a España. Llegó esa necesidad, al recibir mucha gente que nos ha comenzado a escribir desde otros territorios.

