Belén Fernández Llanos, escritora: “Todo origen es una ficción, sea biológico o no”

junio 24, 2025
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En su segunda novela, Tu mamá es la lluvia (Overol, 2025), la autora aborda el fenómeno de las adopciones irregulares, desde una peculiar óptica: el anhelo de una mujer pobre de ser madre. Terminó el libro luego de haber dado a luz a su hijo, pero aclara que su maternidad no afectó su relación con esta realidad: se había conmovido mucho antes. “Me pregunto si alguien que no sea madre podría no dolerse y no dar un paso para acercarse a estas mujeres cuando las escucha. Yo creo que a ninguna persona que tenga su humanidad bien puesta no le pasaría”, dice.

Inmensa como es, casi como una catedral que parece imposible de temperar, la Estación Mapocho se sentía calurosa ese domingo 1 de junio, cuando La Furia del Libro ofrecía su última tarde y Belén Fernández Llanos, pedagoga y escritora radicada hace tres años en la Región de Los Lagos, se sentaba frente al micrófono para presentar su segundo libro, Tu mamá es la lluvia (Overol, 2025), acompañada del periodista Juan Cristóbal Peña.

Es de las pocas cosas que recuerda de ese día, que era, además, su cumpleaños: hacía mucho calor para ser junio y para ser la Estación Mapocho. Seguramente recuerda que las sillas frente al escenario se llenaron rápido y que las personas de pie detrás de ellas aumentaban y aumentaban. No mucho más. Dice Belén que los lanzamientos quedan así en su memoria, como una especie de borrón. Pero fue una presentación exitosa, masiva, y lo mismo la firma de libros: empezó ahí, luego la trasladaron a otra mesa, y terminó autografiando copias apoyada encima de un basurero. 

Tu mamá es la lluvia cuenta la historia de Marina, una mujer sola que no ha podido ser madre, y de Melina, la hija que adopta irregularmente, o sea, la niña de la que se apropia, aprovechando que su madre biológica es una mujer joven, pobre, cuyo embarazo no va a ser bien recibido por su familia. Que entregue a la guagua y nunca más pregunte por ella, le ofrecen, y Melina se convierte en su hija, pero sin saberlo. El libro aborda el drama de las adopciones ilegales en Chile, otra de las violentas consecuencias de la dictadura; y también habla del sur, de ser mujeres solas, del amor posesivo que termina construyendo distancias irreversibles.

Antes, Belén publicó Ella estuvo entre nosotros (Overol, 2019), una novela autobiográfica inspirada en la muerte de su madre. El libro fue ganador del Premio Manuel Montt, otorgado por la Fundación Pedro Montt y la Universidad de Chile en 2023, y se ha convertido en una de las obras más vendidas de la editorial.

Una semana después de este nuevo lanzamiento, más tranquila, lejos del calor otoñal de Santiago y ya de vuelta en la Biblioteca de Purranque donde trabaja –mi biblioteca, como la llamó en el lanzamiento–, Belén concedió una entrevista a La Fuente, en UCHILETV, donde conversó con nuestra Francisca Palma y con el periodista Diego Parra. Luego, la semana pasada, contestó un par de preguntas más que le quería hacer nuestra Consuelo Ferrer.

Esta entrevista, que ve la luz ya en invierno declarado, es una mezcla de todos esos momentos. 


F: ¿Cómo llegaste a este tema? ¿Qué camino te llevó, luego de tu primera novela, a tomar las adopciones ilegales como tópico?

B: Llegué solo de curiosa, como creo que mucha gente en los últimos años se ha interesado por este tema: a propósito de que ha salido en la prensa, en reportajes, en investigación periodística. También, como contaba ese día en el lanzamiento, creo que es solo cosa de ponernos a escuchar a las mujeres y vamos a oír de adopciones irregulares o ilegales, porque es algo que pasa mucho, en muchos lugares, en muchas clases sociales, aunque según la investigación pasa muchísimo en las clases menos acomodadas. Y pasa en muchos tiempos: en general, todo lo que conocemos se circunscribe a la dictadura, pero pasaba antes, y pasó después, y seguramente va a seguir pasando en la medida en que no cambien algunas formas de tratar a las mujeres y a los niños y niñas. No tengo esa cercanía que tuve con el primer libro, que era súper autobiográfico, pero creo que la investigación –leer, escuchar mucho todas las entrevistas, seguir a la organización Hijos y Madres del Silencio, participar de algunas de sus instancias– fue lo que me permitió acercarme y poder escribir en tercera y en primera persona sobre este tema.

D: Tomas la perspectiva y la mirada de la madre que adopta, ¿por qué? 

B: Me interesaba plantear el tema desde un sujeto que es el responsable de la apropiación, que creo que es algo a lo que tenemos muy poco acceso. La gente responsable –esto es un delito– no muchas veces puede contarnos qué le animó o cuáles fueron las circunstancias, y todo queda dentro de los secretos familiares o individuales. En general hay investigación periodística, judicial e historiográfica de muy buena calidad, pero escribir una novela y pasar al terreno de la ficción a mí me permitía poner el punto de vista desde un ángulo distinto, desde una voz a la que en general no tenemos mucho acceso y mostrar esa necesidad de ser madre a tal punto de estar dispuesta a hacer cualquier cosa. Yo quería, desde la ficción, hacer el ejercicio de ponerme del otro lado, porque creo que hay algo en ese punto de vista que también hay que mirar para entender el fenómeno. Si no, nuestra comprensión va a ser parcial y nuestro ejercicio de la justicia también va a serlo, y solo vamos a tener herramientas como sociedad para ver a las víctimas y no para ver a quienes están dispuestas a apropiarse de hijos ajenos para su desarrollo o realización como familia o como madres. Creo que ahí hay algo que hay que mirar que la no ficción no me permitía, porque en general estos delitos se encubren. Y creo que puede ser un aporte para mirar el problema con toda la complejidad que tiene.

F: Hay un componente de clase en este fenómeno y también en tu novela, tanto de quienes buscan un hijo como a quienes se lo quitan, ¿cómo abordar ese componente? 

B: Las investigaciones que se han realizado muestran que este es un fenómeno súper transversal y que en las clases más acomodadas también se dio, justamente por la vergüenza que suponía tener hijos de madres adolescentes fuera del matrimonio, pero lo que a mí me interesaba era la masividad del fenómeno en las clases más pobres, donde la marginalidad se da de múltiples maneras: son mujeres pobres, con muy poca educación –algunas de ellas eran analfabetas, entonces les mostraron papeles que ellas no pudieron leer e igual firmaron– y muchas no vivían en centros urbanos o eran de comunidades indígenas, algunas eran solteras, sin una familia que las resguardara, entonces me parecía que era un componente ineludible. Yo no entro mucho en la historia de la mujer que es la madre biológica de Melina, ella desaparece, como muchas de esas mujeres a las que se les perdía el rastro justamente por su condición social. Pero con todo lo que leí y toda la información que tenemos ahora, vemos que existen esos factores comunes. Los equipos médicos, las asistentes sociales, los jueces, los sujetos que estaban dentro de entidades privadas –muchas veces europeas– que eran parte de la red de tráfico de menores elegían a las mujeres que cumplían con estas características, entonces sentí que no había que olvidarse de eso. Si bien no es menor el fenómeno en la clase alta, a mí me interesaba indagar en este grupo amplísimo de miles de mujeres pobres que fueron despojadas de sus hijos.

D: En tu primera novela, Ella estuvo entre nosotros, también abordas el tema de la maternidad pero desde la pérdida, desde la orfandad. ¿Cómo es la cruza con esta segunda novela? ¿Cómo dialogan ambos libros? 

B: Yo no lo pensé mucho en el proceso, la verdad, estaba súper-súper metida en esta historia. Ahora que lo veo terminado y que empiezo a escuchar la recepción, claro que hay un elemento constante ahí, y yo creo que es porque las relaciones filiales madre-hija son absolutamente configuradoras de las personas y las personalidades. Incluso, a pesar de que esta es una historia de adopción ilegal, yo creo que muchos de los rasgos del vínculo que unen a Melina, la hija, y a Marina, la madre, son rasgos que aparecen en vínculos biológicos, que son parte de la forma en que como sociedad estamos acostumbradas a criar, a poseer, entonces siento que es un lugar al que yo siempre llego y siempre voy a llegar. Yo creo que eso está muy dado por mi orfandad. John Berger, el escritor, dice en su documental que todos sus libros se tratan de su mamá, aunque su mamá no aparezca, y yo pienso un poco lo mismo. Creo que utilicé mucho el vínculo que yo recuerdo con mi mamá, que fue breve, para construir estas dos personalidades que se juntan y que, más allá del vínculo biológico, construyen un origen. Eso es lo central para mí de esto: que todo origen es una ficción, sea biológico o no. En todo vínculo primigenio hay una construcción donde nos inventamos cosas, donde asumimos roles, donde preferimos creer para sostener la relación, y eso es indistinto de de quién seamos hijos. Por supuesto que los adoptados, en estos contextos de apropiación de menores, tienen que lidiar con otras ficciones tanto más injustas, pero yo creo que todo hijo y toda madre con el tiempo va armando esa historia, ese relato conveniente o no conveniente para estar juntos y también para separarnos.

F: Parte de la novela la escribiste maternando. ¿Cómo marcó esto tu escritura? Y más allá de eso, ¿cómo describirías los cambios en tu escritura entre Ella estuvo entre nosotros y Tu mamá es la lluvia

B: En términos de recursos narrativos, la verdad es que no siento que haya cambiado muchísimo, pero eso tiene que ver con una posición que yo como mujer he asumido. Por supuesto que tengo una vida nueva desde que soy mamá, pero también me siento muy la misma de antes, con las mismas preocupaciones, con las mismas obsesiones, con, espero, las mismas virtudes. Yo no he sentido realmente esa transformación que avisan algunas mujeres, que es como «soy una nueva mujer». Sin embargo, en términos del proceso, sí fue distinto, porque por supuesto que mi tiempo es muy diferente. Yo había escrito la primera parte del libro antes de tener a Manuel, y la segunda y la tercera salieron ya en el puerperio. Lo que más podría destacar de la experiencia de escribir siendo mamá, criando, es que tuve un influjo creativo muy enorme. Nunca sentí que era algo que iba a abandonar o que no tenía fuerzas para hacerlo, al contrario, tenía otra energía. No sé si era por amamantar y su oxitocina, o si era que sabía que tenía tan poquito tiempo disponible que lo aprovechaba de la manera más productiva y con la máxima potencia, pero de verdad me sentía como drogada en creatividad. Por lo mismo, aprovechaba todo minuto para dedicarme al proyecto, y eso, muchas veces, era amamantando, con el celular, que son tantas horas, y aprovechaba ni siquiera tanto de leer, sino de tomar apuntes, de ir juntando los párrafos, de ir leyendo lo que escribía el día anterior, y así.

C: En el lanzamiento decías que no es necesario vivir algo para poder escribirlo o incluso conmoverte con ello y que el parto lo escribiste antes de dar a luz, pero de todas formas me pregunto si la empatía que puede sentir una autora con la apropiación de un bebé es distinta luego de haber parido. ¿Piensas que ser madre te ayudó a dimensionar los alcances de este fenómeno? No a conmoverte, no a empatizar, sino a acercarte a lo específico de esa vivencia desde otro lugar de ti.

B: Yo sigo sosteniendo que la maternidad no me sirvió particularmente para acercarme a esta historia. No hay un modo distinto, luego de haber sido mamá, de aproximarme al material con el que estaba trabajando. Tampoco me genera una sensibilidad más intensa. Yo antes de ser madre ya estaba muy cerca de esto. Había procurado acercarme de otras maneras. Y ya había cultivado una sensibilidad súper encarnada con esta historia. No me siento, entonces, más cerca del problema. Antes ya dimensionaba este y otros horrores, porque tengo sobrines, porque tengo amigas y porque soy humana. Me pregunto si alguien que no sea madre podría no dolerse y no dar un paso para acercarse a estas mujeres cuando las escucha. Yo creo que a ninguna persona que tenga su humanidad bien puesta no le pasaría. 

C: ¿Y cómo entra el sur en el libro? ¿Crees que la novela hubiera sido otra si te hubieras quedado en Santiago? Lo pienso, por ejemplo, por imágenes como las de las telarañas congeladas. ¿Cómo se nutrió el imaginario del libro con tu mudanza?

B: La importancia del sur es fundamental y creo que es lo único que, si yo no me hubiera venido a vivir acá, habría convertido el libro en otro. Agradezco mucho estar aquí, no solo en términos vitales. Ha alimentado mucho mi imaginación: me estimula mucho el contacto con la naturaleza, el irme de mi trabajo a mi casa y ver árboles, ver muchos colores, ver una luz increíble en el otoño, y además hay un paisaje cultural en el sur que a mí me ha encantado mucho mirar, y parte de eso lo llevé al libro. Con paisaje cultural me refiero al modo que tienen de relacionarse las personas, a lo que se espera de ellas por estar acá. Por ejemplo, el mansplaining del sur es una cosa que no se puede creer: en la ciudad, en ámbitos laborales o políticos, en la propia familia a veces, una está acostumbrada a que los hombres impongan su palabra, pero en el sur uno se enfrenta a otro nivel de mansplaining. Es increíble la vocación que tienen los señores del sur para explicarte cosas que no solo tú no les has pedido que te expliquen, sino que estás haciendo exactamente eso cuando llega un señor a decirte que lo tienes que hacer. Es impactante. O, por ejemplo, conversar con alguien en la garita, que es el paradero, o en el minibus, y que empiecen a preguntar por mi vida y de pronto pregunten si soy de acá, y al yo decir que no, que vengo de Santiago, ellos me empiecen a explicar cómo es Santiago, por qué yo me vine de Santiago, y luego que me pregunten por mi marido, asumiendo primero que soy heterosexual y segundo que tengo marido, todas cuestiones que efectivamente ocurren, pero la gente las asume, las da por hecho. Y que luego de preguntarme a qué se dedica mi marido, no venga la pregunta de a qué me dedico yo, porque claro, las mujeres no se tienen que dedicar a nada más que no sea la casa. Siento que fui teniendo una grabadora en mi interior y tratando de recordar todo esto, porque pensaba: si a mí me está pasando hoy día esto, en el 2025, cómo habría sido con una mujer profesional que se viene soltera a ser mamá desde Santiago a principios de los años 90, y eso fue muy relevante para construir el escenario en el que se mueve Marina, que no me parece para nada un escenario de ficción.

D: ¿Qué rol cumple la justicia? 

B: En mi libro, la justicia la hacen las mujeres, y la hacen buscando y creando una organización que, a través de la colectividad, logra darle un espacio a ese horror y un orden a esa búsqueda. Mi personaje finalmente se cruza con estos casos de adopciones ilegales en dictadura y se hace parte de una organización, que es ficticia, pero que está muy inspirada en Hijos y Madres del Silencio. Ella es la encargada del archivo, de guardar la información, de ordenarla y de clasificarla de tal manera que esté disponible para que las mujeres, cuando vayan avanzando en sus búsquedas, tengan los datos que les permitan concretar, ojalá, el contacto con sus hijos, hijas, madres. Entonces, en mi libro está absolutamente ausente el Estado. No existe, aunque entiendo que es un interlocutor y un agente que entra a este amplio problema que son las adopciones ilegales y que tiene una responsabilidad política, administrativa, judicial, y espero que eso vaya avanzando. Si pensamos en el campo de las violaciones a los derechos humanos, este es un tema que fue entendido como tal de manera muy tardía, es algo que estamos escuchando desde hace diez o quince años, no más que eso, y sin embargo tienen muchísimo en común las adopciones ilegales con las desapariciones forzosas de personas víctimas de la violencia política. Es muy, muy, muy injusto y lamentable que sea un problema abordado de manera tan marginal, y yo de verdad siento que tiene que ver justamente con que las personas que denuncian esto son mujeres sin militancia, que no tenían vínculos con estructuras de poder como los partidos políticos, no urbanas, con poca educación, entonces por supuesto que fueron las últimas en entrar. 

C: ¿Por qué el archivo te pareció un destino lógico para Melina? ¿Cuál es la misión del archivo en un fenómeno como este? Sobre todo para ti, que eres historiadora.

B: Yo creo que el archivo es una forma de justicia. Toda lucha política, toda colectividad que emprenda el camino de recuperar su historia, sus demandas, de buscar establecer redes para encontrar algo –una verdad, una compensación, una certeza de que estas cosas no ocurran– tiene que constituir un archivo. Para mí, el archivo es una forma de pelear la existencia de las cosas, de que esas huellas que quedaron lleguen a un lugar donde todo esté más o menos junto. Es una forma de decirle al mundo y de pelearle al tiempo y de demostrar que todo eso existió, y que sigue existiendo, y que tiene una presencia en el presente. Por otra parte, es una forma de orden, de registro, es muy valioso del archivo que es una posibilidad de escuchar. A mí me conflictúa mucho la idea de “de dar voz a los que no tienen voz”, porque la mayoría de los archivos con los que yo he trabajado y a los que acudo en la novela son archivos textuales, donde en verdad no escuchamos nada, lo único que escuchamos es a nosotras mismas leer esos documentos, entonces lo que aparece ahí no es la voz de quienes ya no están o de quienes prestaron su testimonio: es la voz de nosotras mismas comunicándonos con esas personas. Es una posibilidad quizás no de escuchar, pero sí de tener enfrente una forma de la presencia de otras y otros, a quienes en muchos casos se les negó la posibilidad de existir en el tiempo en el que necesitaban hacerlo. Y bueno, siempre el archivo es una creación, no hay ningún archivo que sea natural. Siempre hay un punto de vista en la selección de sus elementos, un criterio para establecer qué es guardable y qué no. En ese sentido, me parece muy parecido a la escritura narrativa. Si escribir es poner juntos signos para producir un sentido, un archivo es exactamente igual. El archivo es una forma de escritura también y yo creo que Melina vio en el archivo no sólo una forma de colaborar en esta organización de víctimas de apropiaciones de guaguas, sino que además ve ahí una posibilidad de encontrar su propia verdad, su propio origen, y su propia verdad actual también: quién es ella en el mundo.

C: ¿Cómo has recibido los primeros comentarios del libro en estos días? ¿Qué te ha sorprendido de las lecturas?

B: Me sorprende mucho la buena recepción que está teniendo. A mí me pasa, cuando estoy en la etapa final del libro, que no veo nada. No sé si es bueno, no sé si es malo, si lo hice bien, si lo hice mal, si es cursi, si es rígido, si es poco ético, si es respetuoso. Entro en un punto ciego en el que no soy capaz de ver mi propio trabajo y es muy desesperante. Lo que hago, como identifico que tengo el juicio de realidad un poco alterado hacia el final, es confiar en mis editores –en Daniela y Andrés de Overol–, en muy poquitas amigas, en Víctor –mi pareja, que lo leyó también–, y quedarme con lo que ellos dicen. En general le temo mucho a no estar pudiendo construir una voz distinta a la mía, y también estoy muy cansada de mí misma, de mis ideas, de mis obsesiones. Ante eso, confío en los editores y en las personas cercanas que lo han leído. Ahora queda confiar en los lectores, en qué dicen, en escuchar lo que les gustó, lo que no les parece tan bueno, en la crítica, y alimentarme de eso. De hecho, hace poco una amiga me decía que le había gustado mucho una imagen repetida en el libro, que son las mujeres despidiéndose, que le había parecido muy poderosa, y yo no me había dado cuenta de que estaba esa repetición. Ahí es cuando creo que lo que queda ahora es escuchar esas lecturas, ese ojo que no es el mío. Me alimenté un montón de las lecturas y de la crítica con Ella estuvo entre nosotros, y todo eso me alimentó para trabajar, espero, de una forma distinta en este proyecto.

C: Quisiste diferenciarte de Marina y de Melina, pero los lectores estamos asociando el parto al hecho de que te convertiste en madre y en el lanzamiento contaste que a alguna gente le ha parecido que Melina «es muy tú». ¿Qué hay de ti en cada uno de los personajes?

B: Melina tiene de mí ser una niña muy adaptada al mundo adulto, que se vincula mejor con los grandes que con los chicos. También lo muy dada a la palabra escrita que es, quizás no como creadora de historias o como una gran lectora, pero sí con esa atracción que siente por modalidades de escritura, como la prensa, por ejemplo, o como las firmas. Todas esas eran cosas que a mí me fascinaban. También tiene lo temerosa, en términos corporales: lo temerosa que es para jugar, para asumir riesgos que tengan que ver con lo físico. Y también tiene de mí lo muy buena que es para comer mariscos. Y Marina tiene de mí la obsesión por el ahorro, el miedo a no tener ahorros, y el hábito y las estrategias que desarrolla para poder ahorrar. Y yo creo que hay algo que siempre motiva el ahorro, que es el miedo. Tiene el empuje de mí. Yo creo que esa fuerza vital que tiene ante la adversidad es algo que yo he puesto en práctica en algunos momentos de la vida. El amor y la entrega al trabajo. Yo soy muy así. Para mí, el trabajo es un pilar estructurante de mi personalidad y de mi vida. Para mí el trabajo es la vida y la vida es el trabajo. Esto tiene sus cosas malas, por supuesto, pero también así me sale y así vivo. La estructura, el amor por las cosas ordenadas, aunque yo no soy tan ordenada como Marina, pero creo que, por ejemplo, la cantidad de cosas que hago solo son posibles siendo estructurada en algunas tareas. Y también forrar las cosas con papel de diario es algo que me es absolutamente propio.

C: Decías también ese día que algunas cosas de Marina eran directamente de tu madre. Ahora que te convertiste en madre y que aparece la posibilidad de que tu voz narrativa no sea siempre la de la hija, sino quizás la de una madre, ¿eso hace que te relaciones con tu propia madre de una forma nueva? ¿Permite ese encuentro ficticio, de alguna forma, la literatura?

B: Yo creo que no hay modo más intenso de evocar a mi mamá que escribir. Cuando estoy ahí, escribiendo, le pido mucho a mi mamá que me acompañe en ese momento y que me dé claridad y lucidez. A veces, si es que estoy escribiendo en mi escritorio, miro su foto, que tengo ahí –media expuesta, media tapada– y le pido que me mire. La escritura es una herencia de mi mamá, algo que ella me legó, de manera silenciosa y no tan literal. Me cuesta explicar por qué yo siento que es una herencia, pero yo siento que si mi mamá no hubiera sido mi mamá y no hubiera muerto, yo no sería escritora. Quizás es un lenguaje que fui desarrollando para hablar con lo desconocido y con lo ausente, porque ella, en parte, me es ya una desconocida y una ausente. Yo trato de imaginarme cómo sería mi mamá ahora, de hacer el ejercicio ficcional de conocerla ahora en el presente, de saber cuál es su gusto, qué quisiera, por quién votaría, por ejemplo, y no me lo puedo imaginar. En ese sentido, mi mamá ahora ya es una desconocida. Entonces, creo que ese lenguaje con lo desconocido y lo ausente se desarrolló porque ella no está, y porque la alcancé a conocer poquitos años. Entonces me tuve que inventar un modo para hablar con los muertos. Y cuando abrí esa puerta, no solo entraron los muertos dentro de ella, sino que entraron mis personajes.

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