Tres presentaciones de “y detrás las mujeres que se pepenan por el desierto” de Josefa Vecchiola

Publicado bajo el sello Inti Ediciones, el poemario revisa el vínculo físico y amoroso entre mujeres, de la mano del desierto y la vegetación como partícipes, junto a un diálogo con textos poéticos de otras autoras. La Raza Cómica reunió las tres voces que presentaron el volumen el pasado sábado 21 de junio: la escritora y editora Eugenia Prado Bassi; la periodista y escritora Francisca Palma Arriagada; y la poeta y docente Camila Blavi.
Las fotos son de Karen Cáceres.

En paisajes andinos y costeros, los poemas del libro “y detrás las mujeres que se pepenan por el desierto” sitúan la potencia y corporalidad del amor lésbico. En los poemas de Josefa Vecchiola, los cuerpos de mujeres se encuentran en el ejercicio de recoger su sedimento y el deseo, todo esto en medio de nervaduras y medusas.
En esta poesía, las imágenes proponen hilvanar los vestigios materiales y las huellas de los territorios intervenidos por los cuerpos y sus encuentros íntimos.
Este libro, señala su autora, busca “crear un paisaje simbólico a través de la palabra donde los cuerpos nos podemos encontrar junto a nuestras heridas, placeres, complejidades y territorios. En esta poética, lo interesante es sentir esta voz colectiva femenina en una constante transmutación entre lo particular y múltiple, pero siempre en busca del sentir”.
Otro de los ejercicios propuestos por la autora es el de pepenar, término que refiere a recoger, cosechar, buscar para armar un nuevo conjunto. En el ámbito de su escritura, explica, es “el acto político de recogerse como cuerpos sensibles llenos de experiencias de violencias, pasiones, cuestionamientos y contradicciones. Aquello abre la posibilidad de pensarse la existencia junto a las otras, una especie de metáfora que se traduce en ‘soy, porque somos’”.
Dicha experiencia poética, culmina en el poemario con un Florilegio, que evoca trozos de poéticas otras poetas que han sido parte del gran tejido de paisajes, tales como Gabriela Mistral, Soledad Fariña, Rosabetty Muñoz, Guadalupe Santa Cruz, Eugenia Prado, Isabel Larraín, Nadia Prado, entre otras.
En esta presentación participó también Estéfani Díaz, quien aportó a la obra con el lenguaje ampliado de las cianotipias y grabados de donde nace la portada y los colores de este texto.

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Pepenar por el desierto: coser los restos, zurcir las hablas. Presentación de Eugenia Prado Bassi
Del náhuatl, pepenar significa recoger, recolectar, juntar lo que está esparcido. En un sentido más amplio, recolectar frutas, hierbas, mazorcas caídas, o juntar cosas útiles que otros han dejado atrás. En contextos urbanos, se asocia a recoger de la basura y, en jerga popular, a hurtar o robar. El náhuatl es la lengua que hablaban muchos pueblos originarios antes de la llegada de los españoles al continente.
Para reparar desiertos es necesario dejar entrar la espina en el centro del pecho, ahí mismo, donde se puso tu mano en plena oscuridad”, citando a la autora.
Gabriela [Mistral] pepenaba por el desierto, recorriendo los rincones de la exquisita naturaleza andina. Violeta [Parra] pepenaba las voces del cancionero popular a lo largo de todo el país.
Y detrás de las mujeres que se pepenan por el desierto, de Josefa Vecchiola, pepena textos, zurciendo cuerpos, trozos de huesos y heridas, espacialidades y paisajes, configurando costuras profundamente femeninas y situadas.
En este poema-territorio, pepenan emociones y sentimientos de las mujeres y su inagotable persistencia por conferir valor a los restos de los cuerpos de sus seres queridos, dinamitados en el desierto de Atacama, en dictadura. Aquí se reúnen las hablas, se colectiviza la memoria, que por riqueza viva mutan, se transforman según tiempos, historias, contextos, geografías.
“Tempestad hecha camanchaca
de telas apasionado bermejo
y azafranado con toques de frío añil,
la primera hilvanación que fecunda
el entramado que arde”.
Un largo tejido de hilvanes, al sur, sur del norte, pepenan las hablas nutricias de otras bocas, mujeres andinas, cuidadoras, encienden a fuego sus voces, encarnan, se preguntan:
¿Cuál comer? ¿Cuál deshojar? ¿Dónde blandir la suavidad de la tela?
El poemario de Josefa pepena los ecos por el desierto, los cuerpos exponen sus heridas y las voces emergen desde distintas memorias y escrituras. Sus lenguas buscan internarse en este paisaje de susurros y voces entre las ramas. Cosidas las ausencias. Pepenar los restos. Recorrer el cuerpo, acariciar esas heridas.
Este es un poema que convoca: escritoras, costureras, artistas, bordadoras suman capas, citas, imágenes, amores y deseos entre mujeres, sus formas libres, colándose por las hendiduras, entretejidas todas, cosidas al poema. “Adentrarse a nuestro lenguaje desde otras lenguas y todas las flores”, en las citas del Popol Vuh, Gabriela Mistral, Soledad Fariña, Isabel Larraín, Malú Urriola, Adrienne Rich, Marguerite Yourcenar, Monique Wittig, entre otras. Agradezco la invitación de Josefa a presentar este poemario. Es hermoso verme emplazada en este espacio de respeto y de cuidado, zurcida a los versos que albergan tantas voces.
Mercedes habría dejado en su libreta un
pétalo pulpado que flambea,
–recordemos que no solo anota ideas–,
esta mantiene enjambres que coció con cada espina,
deseando murmullos que griten
aquellos dedos de mujer
agujereados sin dedal.
Estos documentos “nos acercan al legado cultural y espiritual del mundo indígena, nos llevan, nos guían, dicen el camino”.
Y para cerrar, un detalle no menor, antes de la conquista, el náhuatl se escribía en códices pictográficos que “nos acercan al legado cultural y espiritual del mundo indígena, nos llevan, nos guían, dicen el camino”, como alude un poema náhuatl citado por Miguel León-Portilla.
Así, las obras visuales, cianotipias, como en los antiguos códices, son guías que acompañan los capítulos de este cuerpo-libro y fueron realizadas por Stefani Díaz Azúa, usando una técnica muy antigua de la fotografía, recogiendo el tiempo en nervaduras y vestigios.
La primera, llamada “Desierto”, incluye una fotografía y dos pequeñas ramas con ocho series de pétalos sobre un fondo amarillo que, sumado al azul, da verde. Para el capítulo “Nervaduras”, cinco hojas secas se apoyan sobre fondo rosado. En el tercero: “¡Albricias!”, una hoja se despliega en restos de polvo y tiempo sobre fondo damasco. Y en “Medusas” reitera la imagen de la portada: algodón o lana configuran una imagen que flota sobre un fondo marino. Al cierre, las hojas se dispersan desordenadamente sobre el azul, anunciando otra forma de decir, pepenar, habitar el mundo. “Florilegio”, en el arte de unir las señas que van dejando nuestras compañeras.
“Y detrás de las mujeres que se pepenan por el desierto” es eso: una forma de recordar, pepenar, un aporte a la vitalidad de un espacio amenazado. Su propuesta es clara: tejer desde lo colectivo, recoger lo fragmentado, reparar el paisaje para que la vida continúe.

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El desierto de la otra. Presentación de Francisca Palma Arriagada
Les saludo y agradezco la valiosa oportunidad de estar con ustedes en esta presentación, compartiendo con Jose y quienes también la acompañan en este nacimiento; hito que se da también en un contexto especial: el año nuevo de nuestros pueblos. Nacen libros, nacen nuevos ciclos que nos llevan a caminos inexplorados.
Supe de este libro hace unos meses, cuando nos encontramos con Jose en el lanzamiento de otro, Ciencia Ficción Travesti de Claudia Rodríguez. Jose nos contó que estaba preparando este poemario, que ya tenía casa editorial y que quería que presentara el libro. Esta es la primera vez que presento uno y debo decir que me siento muy honrada de ser convocada a esta labor.
Jose me contó que tenía que ver con el desierto y eso me impresionó mucho. Soy una mujer de desierto. Saber cuál era ese desierto de Jose fue una hermosa primera pregunta que descubriría en la lectura.
Ese día también le conté un poco de un poemario que publicaré y en el que incluí un compilado de citas de otros textos poéticos, un espacio en expansión, no terminado, un anexo que finaliza el libro. Jose me explicó que eso se llama “florilegio”, término que viene de la literatura medieval que alude a la recolección, a la cosecha, a la búsqueda pertinente de piezas que dialoguen en su contenido. Esa noche aprendí muchas cosas, incluyendo el título del texto y su término pepenar, otro punto de conexión en la idea de juntar, agrupar, hacer converger.
Jose me mandó el texto. Lo leí hace un mes y unas semanas, antes que todo, para preparar el material de prensa. Allí tomé algunos apuntes para esta presentación. Era un momento diferente al que estoy viviendo ahora, mi corazón estaba en otro estado, por eso quizás los apuntes me traicionen. Luego volví a tomar notas en la presentación que hizo en la furia del libro. Se me cruzan las palabras de Jose, sus poemas, mis primeras y viscerales impresiones. Todo mezclado en este texto.
Al leer el libro lo primero que escribí fue: “se atropellan las imágenes”. El desierto de Jose, el mio. El cuerpo de un/una/une amado como misterio; tan íntimo, siempre estremecedor. El sabor, el olor, la interacción en la corporalidad. La microscopía, los misterios de la química, de lo físico, pero sobre todo la voluntad: llave maestra y pieza política del deseo. Lo verdaderamente propio.
La escritura en y sobre la corporalidad del otro/otra/otre. Uno de lo poemas habla del cuerpo amado como máquina de escribir, incorporada adentro, como una fuente de inspiración, un espacio disponible sobre el que escribir. Una forma de abordar esa fuente de deseo, como dijo Cynthia Rimsky por su novela Clara y Confusa: el amor como una forma de conmoción, la conmoción que provoca un/una/une otro. Conmoción en muchos sentidos. Infinitos.
Encontré el componente erótico, nutrituvo contenido que atraviesa el libro en el abordaje del vínculo corporal. Voy a los apuntes de lo que dijo Jose en la Furia:
-La pregunta y la búsqueda por la palabra simbólica que representa la conexión con otro cuerpo.
-Lo erótico como reivindicacion de cuerpos que se encuentran.
-No solo lo evidente, sino que la búsqueda de la palabra.
-Silencios históricamente abordados desde la poesía.
Ahora vuelvo al título, a la palabra pepenar, al vínculo que tuvo inicialmente para mi con el concepto de florilegio cuando nos vimos en el ocaso de marzo. Repaso que este título evoca la búsqueda, la recolección como un acto político. El aprendizaje del trabajo de otras y otros. De que al escribir no estamos solas. Jose dijo:
-Mi palabra poética no es nada sin las otras.
-Soy porque somos.
-Textos que se permean.
-Reconocer a quien leemos, con quien leemos.
Pienso en personas que me han hablado de esto recientemente:
-La poeta argentina Cecilia Pavón, me dijo en una entrevista: “Nadie existe solo, nadie crea solo. Sin embargo, el sistema nos hace pensar esta idea del pionero, del genial, pero en realidad en la cultura todo es una suma de influencias y de ideas que no sabes. Si le preguntas a cualquier escritor siempre te va a hablar de sus amigos con los que empezó a hacerlo”.
-La poeta chilena Verónica Zondek me dijo en otra conversación: “Un libro es uno y puede ser otro. Una vez que un libro se publica, yo personalmente me considero una lectora privilegiada del mismo, y en caso de que se republique, me adjudico la potestad de intervenirlo si me parece que debo hacerlo. No es un juego, es esencial”. Esta es una edición de lo que originalmente me dijo: “Una no es original ni consigo misma”.
-La poeta chilena Soledad Fariña, cuyo poemario Albricia es fuente de inspiración fundacional de este libro de Jose, y que gentilmente me regaló. Encontré similitudes y potencialidades. Ahí vi claramente esto de que no escribimos solas.
-Mistral que anda como Gabriela encontrando cosas en el libro de Jose, y que se topa con la albricia de Fariña, y así…
Intertextos
Intermundos
Recoger
Unir
Hacer nacer nuevos sentidos
Florilegio
Quiero referirme también a la dimensión textil. El poemario pone a las espinas como agujas. Vi esta imagen: una espina enorme saliendo del corazón de un ágave alguna vez. Y sí, estas espinas si se usan como agujas.
¿Cómo hilvanar desiertos?, se plantea la voz poética.
Parar reparar desiertos
es necesario
dejar entrar la espina
en el centro del pecho
ahí mismo, donde se posa tu mano
en plena oscuridad, sigue
Paisajes andinos, nervaduras, medusas, el mar.
Versos que pasan a la prosa poética, que dialogan con las hermosas cianotipias del amor.
Para hacer crecer este florilegio que estamos tejiendo con Jose y con quienes nos encontramos acá, extraje un par de versos de este poemario para otro texto que estoy escribiendo sobre el desierto. Nuestros territorios, el desierto como un lugar imaginado como me lo refirió la escritora mexicana Clyo Mendoza, se unen en las palabras que invocamos y escribimos, ahora, más acompañadas que nunca.

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Y detrás de las mujeres: archivo íntimo, deseo y celebración. Presentación de Camila Blavi
«he llegado a un punto en el que creo que la verdad es una corazonada, una corazonada muy fuerte y todo lo demás son solo palabras»
Jean Carlomusto.
y detrás de las mujeres que se pepenan por el desierto de Josefa Vecchiola Gallego me invita a aproximarme al amor entre mujeres –y más allá, al amor queer– desde la gratitud y celebración de dichos encuentros. A transitar en los caminos afectivos en donde el yo del poemario se reconoce y se construye en diálogo con sus tradiciones personales: otras mujeres que estuvieron, que están, que amaron y aman.
Interpreto aquí una búsqueda por expresar verbalmente lo inefable, esos afectos que la pasión vuelve urgentes y que son vividos desde su pureza. ¿Cómo aman las mujeres? ¿Cómo aman las personas queer? Al ir a mi archivo personal y al que me han compartido otras mujeres, resuenan en mí las palabras de Ann Cvetkovich en los archivos de los sentimientos lésbicos a la hora de incorporar la fantasía como elemento trascendental para hacer que un documento sea significativo: “Al insistir en el valor de materiales aparentemente marginales o efímeros, los coleccionistas de archivos gais y Iesbianos entienden que los afectos —asociados con la nostalgia, la memoria personal, la fantasía y el trauma— hacen que un documento sea significativo. El archivo de los sentimientos es material e inmaterial, incorpora objetos que normalmente no se considerarían de archivo y, al mismo tiempo, se resisten a ser documentados porque el sexo y los sentimientos son demasiado personales o efímeros para dejar registros”. Es esta la reivindicación de la ficción (y por qué no, también la metáfora en el caso de Josefa) como modo de reconstruir historias, de narrarse, de recordarse, de mantenerse vivas:
impregna mucosa
no hay pudor que coma
me embriago, si es necesario
puedo limpiarme sola con mi propia lengua
En y detrás de las mujeres que se pepenan por el desierto, encontramos un registro singular de manifestaciones afectivas y pasionales que se escapan del imaginario impuesto desde el pensamiento heterosexual y que por el contrario a lo que se pensaría, es difícil encontrar en la literatura actual.
Este libro, desde mi perspectiva, responde de manera luminosa a las preguntas del inicio. Sin desatender las condiciones adversas que la sociedad impone a los afectos disidentes o incluso al dolor que muchas veces producen los desencuentros afectivos, urge hacer un espacio a la ternura. En palabras de Josefa:
para reparar desiertos
es necesario
dejar entrar la espina
en el centro del pecho
ahí mismo, donde se posa tu mano
en plena oscuridad
A esa ternura lésbica que se presenta en el lirismo de y detrás de las mujeres que se pepenan por el desierto. Esa que se entrama con el deseo, con la búsqueda de un lenguaje, un paisaje inaccesible y personal creado para amar a cuerpo y corazón abierto:
se nos amplió el universo
ahora tenemos dos vastos mundos que explorar
la dicha tuya
es la fascinación mía
de que mi obsesión, ahora
sea también la tuya propia
Porque amar a otra mujer no tiene que ser una cárcel ni lugar de dolor constante. Amarse mujeres puede ser también celebración. Aunque muchas veces esta tenga que convivir con dolores propios de una sociedad que no está a la altura de esos afectos, las personas queer sabemos encontrar la luz en medio de las sombras. Vivimos allí. La conocemos desde siempre. Y es ese territorio en donde hemos construido con laboriosidad ese hogar interno donde habitan –como en el florilegio de Josefa– las Gabriela Mistral, Adriene Rich, Malú Urriola, Estéfani Díaz que con sus imágenes y su afecto también nos inspiran.

Sobre Josefa Vecchiola
Josefa Antonia Vecchiola Gallego nació en 1998 en Santiago de Chile. Es licenciada en Lingüística y Literatura por la Universidad de Chile y profesora de Lenguaje por la Universidad Católica. Se desempeña en el rubro de la editorial independiente y trabaja como profesora en diversas aulas y contextos. Tiene diversas publicaciones sobre literatura medieval y chilena, este es su primer poemario. Actualmente se encuentra cursando Magíster en Literatura en la Universidad de Chile y es profesora en la EDV, programa educativo para estudiantes secundarios en la Universidad de Chile.
