Nicole Kramm, fotoperiodista: “El extractivismo también arrasa con la espiritualidad de los pueblos”

“Terricidio” se titula el nuevo fotolibro de la documentalista chilena Nicole Kramm, una publicación que recorre cinco regiones de Chile a través de fotografías, textos investigativos y una sensible bitácora de autora. Su trabajo retrata la resistencia socioambiental de los pueblos originarios, los movimientos sociales y las mujeres, frente a las grandes industrias que contaminan sus entornos.

En medio de las actividades por el lanzamiento de su fotolibro “Terricidio”, la documentalista Nicole Kramm (35) se dirige en un viaje hacia el Archipiélago de Chiloé. Un territorio al que llegó, años atrás, viajando a dedo, cuando apenas era una estudiante de fotografía. Fue porque sintió interés por una movilización de buzos y pesqueros, a quienes ofreció ayudarles a través de una única herramienta: su cámara de fotos. Prometió volver y ahora salda esa deuda pendiente, con la misma pasión que la ha llevado a recorrer Chile, poniendo su trabajo al servicio de distintas causas sociales. “Antes de ser documentalista, soy activista”, señala.
Su más reciente trabajo “Terricidio” propone un viaje visual por cinco regiones de Chile —La Araucanía, Los Ríos, Valparaíso, Coquimbo y Atacama— que enfrentan graves crisis ambientales producto de los complejos industriales que operan en los territorios. Además de mostrar las consecuencias en el paisaje, Nicole busca visibilizar cómo las lógicas extractivistas afectan la espiritualidad de las comunidades.
[La presentación de Terricidio será el viernes 4 de julio a las 19:00 hrs en Flach Galería, ubicada en Villavicencio 301 – A. Barrio Lastarria, Santiago].
-¿Cómo comenzó este viaje y este proyecto?
Desde hace muchos años yo quería hacer un tema en La Araucanía porque mi familia es de allá, de Lumaco, Wallmapu. Siempre tuve un tema con mi identidad y me rondaba la pregunta de si soy o no mapuche. Por eso el libro comenzó en la región de La Araucanía donde vive mi abuela, Orfelina del Carmen. Me había fijado que había cambiado la geografía del lugar, porque cuando yo iba de niña, era puro bosque nativo y, en un transcurso de 20 años, solo veía pinos.
Así nació la idea de hacer algo con el tema de cómo afecta el extractivismo a las comunidades y a los pueblos originarios. Era un proyecto muy grande y ambicioso. Además, porque tú no puedes llegar y poner la cámara, la gente es desconfiada. Entonces les pedí una asamblea, me presenté y les conté mi proyecto y la idea de visibilizar a estas comunidades indígenas y no indígenas que estaban sufriendo los estragos de la industria.
Por otro lado, Coquimbo y Atacama, fueron regiones a las que me mandaron como parte de mi trabajo para agencias internacionales. Aproveché de integrarlas al libro porque creí que era necesario mostrar todo lo que estaba pasando y cómo la gente se resistía a eso.
-“Terricidio” no solo abarca problemáticas ambientales, sino que también están fuertemente relacionadas con los pueblos originarios y las mujeres. ¿De qué forma ves que se conectan todas estas dimensiones?
Siempre había usado el término «ecocidio», pero esta vez opté por ”Terricidio”, porque engloba también el asesinato de la espiritualidad de los pueblos. Cuando descubrí este concepto de Moira Millán (autora mapuche) me hizo mucho sentido, porque refleja que cuando las comunidades están siendo afectadas por la industria dejan, por ejemplo, de tener agua, dejan de tener medicina y en consecuencia, dejan de practicar la cosmovisión de los pueblos originarios.
Por otro lado, quise dar voz a las mujeres, porque históricamente han sido más discriminadas y racializadas, y también se nos ha excluido de los espacios de toma de decisiones. Incluso en el extractivismo: si tú vas a las mineras, son lugares que están muy marcados por la presencia masculina. Y desde esos espacios, donde hay hombres que toman las decisiones, se está violentando ambientalmente a las mujeres pobres que viven alrededor de la industria. Por eso, en este libro, se exponen el horror al que se ven enfrentadas todo el tiempo.
Un monstruo frente a sus casas

“Terricidio” nos hace testigos -a través de 160 fotografías, textos investigativos y relatos directos, entre otras problemáticas- de la escasez hídrica a causa de las plantas de celulosa en Los Ríos; la contaminación de las aguas generada por la industria minera en Coquimbo; la afectación de la fauna por elementos tóxicos liberados por centrales termoeléctricas en Atacama; los altos niveles de contaminación que han llevado a considerar a territorios de la Región de Valparaíso como “Zonas de sacrificio”; y la deforestación, erosión del suelo, crisis hídrica y otros impactos asociados a los monocultivos en La Araucanía.
A lo largo de este camino, se presentan la voz de mujeres como la machi Maria Epulef, la yerbatera diaguita “Nicha” Dionisia Rojas Luna, defensoras del territorio como Pilar Triviño, mujeres mapuche como Orfelina del Carmen y activistas ambientales como Alejandra Castillo y Nancy Contreras, activista por la defensa del Mar Lafkenche. Las fotografías las muestran en sus entornos. “Cuando hablo de defensoras, hago las imágenes desde abajo, para engrandecerlas y darles poder”, revela Nicole.
-“Terricidio” muestra modos de vida que cada vez son más escasos, como los de la machi mapuche y yerbatera diaguita ¿Cómo fue la experiencia de encontrarte con ellas?
Fue muy mágico, porque todos me advertían que no me iban a dar una entrevista, ellas no creen en los periodistas ni en los cineastas. Viven su vida desde la ruralidad y son bien reticentes a los afuerinos, más a los santiaguinos. Nosotros llegamos con ese ritmo acelerado, queremos todo rápido y vamos con una agenda en la cabeza. Ellas tienen otro ritmo, otra forma de vivir. Entonces propuse, a través de asambleas y vinculaciones que duraron años, que quería ayudar desde mi trabajo como documentalista, y de alguna forma luchar con ellas. Expuse mis intenciones y ellas me recibieron.
La yerbatera es una persona viejita, tiene más de 80 años y tiene aprendices de la medicina diaguita. Una de ellas intercedió para que yo la documentara, pero tardé meses en encontrarla, porque es un camino rural complejo. Muchas veces me replanteé el estar en ese lugar, con una mochila de 15 kilos en la espalda, sin auto, sola y sin conocer a nadie. Pensaba, ¿por qué estoy haciendo esto? Lloraba y decía, no puedo creer que esté tirada sin saber ni dónde voy a dormir. Fue súper sacrificado, pero todas las cosas se fueron dando gracias a los movimientos sociales. Esa fue la vinculación que hice para investigar y llegar a las personas. Así se fueron dando las redes para que yo pudiera llegar, y la yerbatera, felizmente, conversó conmigo. Ella estaba muy emocionada de que alguien joven se interesara en ella. Ahí me di cuenta que se sienten muy abandonadas.
Las machi, en cambio, nunca se dejan fotografiar porque hay una creencia de que cuando tú la retratas te llevas parte de su alma. De hecho las ceremonias mapuche no se pueden registrar. Y para que una machi te deje hacer fotos, es porque está desesperada y ya no ve más salidas que hacerse visibles. Ella quiere que la gente sepa que están resistiendo a esta violencia ambiental. En ese lugar está el problema de los malos olores, porque la celulosa está tirando químicos tóxicos todo el tiempo. El tema es que no se registra. Los CESFAM (Centro de Salud Familiar,) ni siquiera registran las intoxicaciones. Eso lo encuentro gravísimo porque está naturalizado, se esconde y eso también, obviamente, responde a intereses económicos, porque no es azar ni coincidencia.
-Entonces, Nicole, tú dirías que los movimientos sociales tienen una importancia muy preponderante en las problemáticas que estás registrando…
Sí, la poca investigación que se hace es de parte de los movimientos sociales, porque hay muy poca investigación y pocos tesistas trabajando en torno a los pesticidas o a los agrotóxicos y las enfermedades que están generando. De hecho, con Francisca Fernández, que es la antropóloga que trabaja conmigo, nosotras buscamos durante todo un año material para citar. Por ejemplo, ¿cómo se vincula la depresión de las mujeres con la cercanía a la industria? No hay casi nada de material de investigaciones reales en los territorios. Pero tú sí sabes que esas mujeres que viven alrededor de las industrias están con depresión. Claro. porque ven un monstruo al frente de su casa, que los está matando día a día y no tienen nada que hacer, porque son una migaja al lado de ellos. Faltan estudios y los pocos artículos que hay, son de los movimientos sociales que están en los territorios, que conocen a las personas y que hacen trabajo de activismo y de defensa del lugar.
Defender el buen vivir es peligroso
Extracto de la bitácora de autora de Nicole Kramm (“Terricidio”, 2025):
“… Un día rodeamos la celulosa, no fui sola, pero nos persiguieron guardias privados, nos retiramos a una distancia prudente para documentar con un dron, pero nos bloquearon la señal. Por cautela, estuve acompañada todo el tiempo; me habían dicho que no anduviera sola porque me podían ‘atropellar accidentalmente’, infiriendo que así lo hacían con los dirigentes”.

La suspicacia que relata Nicole tiene fundamentos. Según datos de Global Witness, cerca de 2000 activistas medioambientales han sido asesinados entre 2012 y 2022 en el mundo. Casi nueve de cada diez asesinatos registrados en 2022 ocurrieron en América Latina. En el listado, que el mismo fotolibro anexa, destacan nombres de mujeres chilenas como el de Macarena Valdés. Así también, la publicación dedica las páginas finales del libro a Julia Chuñil, defensora mapuche del bosque nativo que desapareció en 2024, junto a su perro Cholito, en la comuna de Máfil. A la fecha aún no hay rastros de la dirigente mapuche.
-¿Qué obstáculos o dificultades te encontraste durante la realización de “Terricidio”?
Sentí seguimiento y en varios de los lugares me persiguió carabineros. Pero a todos los defensores ambientales los persiguen, los amedrentan, los insultan o los amenazan de muerte. No es un hecho puntual, es algo que se da alrededor de todo el país y en Latinoamérica. Defender el medio ambiente o el buen vivir es peligroso aquí en Chile. Yo tuve que hacerme una persona pública para protegerme, porque ya me han disparado, he estado presa, me han atropellado y me han pasado muchas cosas… Si bien eso no limita que me pueda pasar algo, hoy hay mucha más gente pendiente de donde estoy y qué estoy haciendo.
Cuando estuve en el último territorio, que fue Máfil, en la cobertura de Julia Chuñil, los pacos llegaron. Yo estaba trabajando en un cortometraje para apoyar a la familia, subí a la parte más alta del bosque y estuve todo el día allá con los hijos, grabando. Me estuvieron esperando cuatro horas para hacerme un control de identidad, hasta que se aburrieron y se fueron. Ese día me iba a quedar en la casa de Julia Chuñil y tuve una intuición. Apenas me fui, los allanaron. Después tuve que esconderme, para mi seguridad. Eso lo hacían en dictadura, ¿por qué lo tengo que hacer en 2025?
Estuve llamando al abogado de CODEPU (Corporación de Defensa de los Derechos del Pueblo) y del Observatorio por el Derecho a la Comunicación. Con ellos trabajo para poder moverme, porque hay amedrentamiento, hostigamiento e intervención de los celulares. Entonces ahí te preguntas, ¿por qué obstruyen tanto un trabajo documental? Es claro que no quieren que salgan este tipo de trabajos, les interesa que no los expongan. Claro que es difícil hacer estos trabajos, por eso hay muy poca gente que se atreve. Y lo entiendo.
-Sobre los riesgos a los que te has enfrentado en tu trabajo como documentalista, también cabe mencionar que fuiste una de las cientos de víctimas de trauma ocular en el contexto del estallido social. ¿Es por este motivo que decidiste hacer una versión auditiva del libro “Terricidio”?
Totalmente. Nunca antes me había planteado hacer algo para ciegos. Lo tuve que vivir para empatizar con esa comunidad. Yo tuve un trauma ocular, no veía del ojo izquierdo, mi abuela quedó ciega, me empecé a juntar con ciegos, me hice amiga de Gustavo Gatica… Entonces ahora formo parte de esta comunidad y quería hacer un trabajo que fuera adaptado. La primera persona ciega que tuvo la experiencia del libro fue Lorenzo Morales, quien se autodefine como un activista por la audiodescripción de la imagen y lucha para que los ciegos puedan tener acceso a la cultura. La segunda persona ciega en acceder al libro fue Fabiola Campillay, que estuvo en el lanzamiento y fue una sorpresa, pero yo entiendo que su interés también responde a que hay muy pocos libros adaptados y mucho menos fotolibros. Creo que fue un acierto y que tenemos que seguir haciéndolo.
-En 2023 fuiste galardonada con el premio Rodrigo Rojas de Negri, al talento joven en fotografía. ¿Cómo fue recibir un reconocimiento del Estado después de haber sido víctima de violencia estatal?
(Nicole piensa un momento en silencio antes de responder) Rodrigo Rojas ha marcado mi vida. De hecho, él fue el primer referente que yo tuve para hacer fotos, entonces, que me hayan premiado con un reconocimiento que lleva su nombre fue increíble. Yo lo vi como un acto reparatorio y pensaba “desde un lado del Estado me violentan y desde el otro me premian”. Es raro, obviamente, pero me alegró que hayan reconocido mi esfuerzo y el trabajo de tanto tiempo y sacrificios porque vengo de una familia pobre, obrera. Mi mamá es cuidadora, tengo una hermana mayor con síndrome de Down y si no hubiera sido por lo porfiada y obstinada que soy, no tendría nada de lo que he logrado. Que te reconozcan que eres una persona con talento y que hay un futuro adelante, que se cuenta con apoyo, es algo que casi no se da en Chile.
Los primeros cinco años después del estallido social a mí nunca me llamaron para exponer en Chile. Mis series fotográficas sobre trauma ocular y estallido social, jamás. Pero sí fui a Alemania, Bélgica, Francia, República Checa y Estados Unidos. En todos los lugares tuve exposiciones y presentaciones públicas, incluso con Patricio Guzmán. Recién el año pasado, pudimos exponer en el Museo de Arte Contemporáneo y se dio después del premio Rodrigo Rojas. Yo decía qué loco que en mi propio país me censuren tanto. Es fome, pero así es. Es una realidad acá.
-¿Qué te impulsa a seguir trabajando como fotoreportera? ¿Cuáles son tus estrategias para no perder la esperanza al ser testigo de situaciones tan dolorosas?
Creo que somos semillas de transformación y tengo una convicción muy fuerte por el buen vivir, de que todas las personas merecemos vivir en un entorno limpio, libre de contaminación; y creo que eso lo podemos hacer si todos somos conscientes de lo que está pasando. Para mí la educación es clave en todo esto. Obvio que me duele y me da pena, pero por eso mismo sigo haciendo este tipo de trabajos, para que las siguientes generaciones puedan librarse de ese patrón de naturalizar la violencia ambiental.
Ahora es el momento de hacer un cambio. El día de mañana cuando no haya agua y tengan que hacer racionamiento de los suministros, por horas, en Santiago, recién nos vamos a dar cuenta. ¡Las regiones están con camiones aljibes hace años!, pero como Santiago es Chile, la gente no se da cuenta y no empatiza. Entonces una forma de acercar esa realidad a las personas a través de estos trabajos.

En Chiloé, Nicole continuará con el desarrollo de la segunda parte de “Terricidio”, en la que adelantó que también abordará problemáticas del Maule y Antofagasta. En esta nueva entrega, además incluirá casos de “falsas soluciones”. “Como estos parques eólicos, que son complejos industriales de los mismos extractivistas, pero que son blanqueados”, explica. Así también, espera incorporar el tema del litio.
Mientras, ejemplares del fotolibro “Terricidio” han sido donados por la autora a centros comunitarios de Puente Alto, Peñalolén, La Pintana, La Florida, San Ramón, El Bosque, Paine, Quinta Normal, Renca, La Florida, Santiago, Valparaíso, Araucanía, Bio Bío y Los Lagos, entre otros. En Santiago, el libro se puede comprar en FLACH (@flachtiendagalería), galería de fotografía chilena y latinoamericana (Villavicencio 301, departamento A).
