“¿Qué hijo o hija agradecida no se levante cuando su padre o su madre es avasallada?”, preguntó Elicura Chihuailaf en Recado Confidencial a los chilenos. La urgente necesidad de un diálogo intercultural fue el tema que cruzó esa obra publicada en 1999. Una conversación que aún sigue pendiente, que debe reconocer las heridas de la colonización y que tienda vasos comunicantes entre el pueblo mapuche y el Chile profundo. Ese que Elicura ha visto durante el despertar de octubre arrojar su espíritu al aire, que rebosa de sueños y de ternura. Un horizonte común que sea la manifestación de la renovación, de la conexión del universo y de ser partes del todo. Los sueños azules.
Aquí repasa lo que fue recibir el máximo reconocimiento de la literatura nacional en el país, convirtiéndose en el primer poeta y escritor mapuche en obtener el galardón, y cómo ha ido tejiendo su escritura que asume como un trabajo colectivo.
Fuiste reconocido con el Premio Nacional de Literatura el 2020, ¿qué representó ese premio? ¿Fue la de todo un pueblo?
He asumido, en poco más de cuatro décadas de esta actividad, siempre cuando obtenía algún reconocimiento decía que esto es parte del pueblo mapuche al que estoy sumamente agradecido porque nadie dice nacer en un lugar, en un tiempo o a un pueblo. Yo he aprendido a amar y a reconocer lo que me ha tocado. Cada ser humano, cualquier etnia, indudablemente tiene que ver con el pueblo y la cultura a la que pertenece. Nosotros obtenemos memoria de ellos. Entonces, por qué uno no se hace la pregunta cuando se entrega el premio a un chileno y chilena, ¿no será porque han perdido la memoria? Porque nada comienza con uno. Cuando uno escribe son las voces de nuestros antepasados los que hablan. Lo que uno hace es agregar un poco desde su propia experiencia.
¿En qué momento personal y colectivo lo recibiste?
Es complicado de contestar. Nuestro pueblo siempre ha estado en crisis. El Estado chileno ocupó violentamente nuestro territorio y eso no lo ha asumido como tal hasta ahora, y habla del «conflicto mapuche» como si nosotros instaláramos eso. En cualquier momento en que yo hubiese recibido el premio hubiese sido un momento de crisis.
Diría que yo en mi trabajo no puedo hablar mucho de lo individual; siempre ha sido colectivo, mi gente se reconoce en mi pensamiento, en mi escritura y distintas generaciones, niños, niñas, jóvenes, adultos, mayores. Asumir la escritura me hace parte de la colectividad, de la comunidad. Las primeras palabras al recibirlo fueron que ojalá esto sea la posibilidad, y sino la puerta, entonces la ventana, de la profundidad de la hermosura, en conjunto, de la comunidad mapuche, con todo lo que ello connota.
¿Cuál es el horizonte hacia dónde avanzar?
Me parece que es asumir esa colonización y asumir, sobre todo, la chilenidad profunda. Creo que hay que caminar hacia la recuperación de la memoria de parte del Chile profundo, que es la búsqueda de la conversación, parte de un legado histórico, porque siempre se ha dado el tiempo para hacer parlamentos, dentro de la lucha que ha existido. En la recuperación de la memoria hay que dejar en claro que hay una conversación pendiente de la chilenidad profunda, que no es lo mismo que la chilenidad superficial y enajenada, un grupo de familias que han estado violentando constantemente la naturaleza. Hay que generar ese diálogo. Con el estallido generado por jóvenes, hoy excluidos de votar en las constituyentes, el pueblo chileno sacó sus banderas, puso su espíritu en el aire y ha comenzado a asumir que tiene vasos comunicantes con los pueblos nativos, sobre todo con el pueblo mapuche. La conversación es hoy un acto de sujeción en el sentido más profundo de la palabra, porque nos permite asumir cómo hacemos para cambiar lo que ha ido contra la naturaleza, hacer que construyamos un camino hacia el Küme Mongen, el buen vivir.
¿Crees que están las condiciones para que se dé ese diálogo dentro del proceso constituyente, o desborda a esa institucionalidad?
El proceso constituyente es un bastión importante, pero esa conversación va mucho más allá. Vemos que este proceso que se ha dado por el Chile profundo y los pueblos originarios finalmente han sido cooptados por los mismos de siempre, los colonizadores, y ya vemos que todo esto puede sumirnos en la desesperanza. Es una posibilidad si es que se concreta como lo esperamos, pero va mucho más allá.
Hoy hay una lucha conjunta que tenemos que hacer por la defensa de los bosques, del agua y de la vida. Aquí mismo −y es algo que me conmueve− hay un latifundio donde, en pocos días, construyeron un gran tranque interviniendo uno de los esteros que pasa por el territorio y el dique va a dar a un río. Intervinieron las concesiones de agua que ellos tienen y, luego, vulneran el derecho de agua que tiene otra comunidad que está más abajo. Luego, con sus maquinarias de succión han alterado el ambiente acústico. Incluso, ha habido noches en que no hemos podido dormir porque dejan las maquinarias encendidas todas las noches. Eso se ha dado en tantas partes y ahora aquí también. Entonces, hay aspectos que tienen que concentrarnos para ver qué podemos hacer.
¿De qué manera esto se ha visto desarrollado en los sentires que expresas en tu obra?
Ha sido fundamental porque nunca perdemos de vista que nosotros somos, ni más ni menos, de la naturaleza como tantos otros elementos y dependemos de ella. No es que tengamos una relación lejana con ella, sino que somos parte de ella. Y los bosques son los defensores del agua y de la diversidad. Es parte de uno mismo. De pronto uno se olvida de esto, pero así mismo vemos cómo el ser humano lleva a su lengua y a su escritura los sonidos de la naturaleza, la conversación de la naturaleza de las cuales no se excluyen ni las piedras.
Eso es conservar esa riqueza de la naturaleza…
Claro, desde todos los lugares que se puede aportar en esta pelea, y para sumar hay que conversar y derribar el muro que ha creado el Chile superficial y enajenado. Y que se repite en todo el mundo. Han instalado el concepto unívoco como ladrillos que nos han ido separando, y cuando se habla de desarrollo hacen pensar que el desarrollo es esta destrucción que generan, cuando es contra la naturaleza. Lo que nosotros queremos es un desarrollo con la naturaleza. Cuando se habla de justicia se dice que los mapuche vulneran la justicia, pero antes que ello está la legitimidad. Entonces, cuando se habla de salud hay que preocuparse de la vida, y la vida es el espíritu. Por eso, en todo el mundo los pueblos nativos, los sanadores y sanadoras, en este caso los machi y las machi, preguntan por cómo está tu espíritu. Hay una tarea para superar el problema conceptual que existe hoy en l Chile superficial que se ha impedido.
¿Cuál es el problema conceptual?
El del sistema donde el desarrollo es contra la naturaleza, porque el buen vivir consiste en que a nadie le falte lo que necesite, pero tampoco que le sobre.
¿Ves que el estallido social fue una muestra de ese Chile profundo?
Sin duda que sí, porque los jóvenes son más sensibles a esa realidad. Ellos están llenos de sueños y de ternura, y lo resienten con más fuerza.
Hay una frase que tú has repetido y es que la lucha del pueblo mapuche es por la ternura.
Sí bueno, porque la defensa no es contra algo, sino que en defensa de algo que es a la naturaleza que pertenecemos. Resulta que la madre y padre tierra, y lo he señalado hace muchos años siguiendo la experiencia de nuestros mayores, nos regala todo lo necesario para vivir, y es que tomemos poco a poco lo que necesitamos, así como ella nos toma también. En Recado Confidencial a los chilenos hago la pregunta: ¿qué hijo o hija agradecida no se levanta cuando su padre o su madre es avasallado? Somos guerreros de la ternura.
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