No es la furia «natural del hombre» o la enfermedad del machismo, ni la «cultura» la que nos mata, son ciudadanos de la República que crecen sin hacer contacto con los ojos de los demás, sin reconocer a su alrededor el mundo diverso de sus iguales y donde, como señalan de forma compleja e inquietante Javiera Toro y Valentina Saavedra, la precarización constante en que se funda la explotación del capitalismo neoliberal, sí hace iguales a hombres y mujeres: iguales en la precariedad.