En el carnaval los límites impuestos por la razón colonial son superados; pues en las frestas carnavalescas no existe inicio ni final, apenas inicio, medio e inicio nuevamente; en ellas el plano cartesiano es substituido por una encrucijada; no existe preponderancia de la mente por sobre el cuerpo, sino que mente y cuerpo se funden en una sola expresión; y el saber pierde terreno para dejar el campo abierto al ser.