Dura apenas 10 minutos y aún hoy, 55 años después, esos 10 minutos te sumergen en un tiempo histórico imponente y conmovedor, electrificado por la descarga de los siglos en la vieja lucha de los oprimidos por dejar de serlo. Su vigencia reside en su capacidad de articular un discurso crítico y radical sin adoptar un rol aleccionador ante el espectador.
Verborrea, un derrame mental en curso
El trabajo plantea una mirada mordaz sobre la sociedad de la sobreinformación a través de un recurso sencillo: la entrevista callejera —el mismo que en los 60s supusiera una revolución para el documental.
La caja de herramientas de Lucrecia Martel
La sospecha de Martel, bajo la mirada de sus lentes agatados, es que “la imagen es un instrumento de dominación muy poderoso que lo hemos ensayado mucho. Lo tenemos muy asentado, y cuando algo está muy usado, puede desaparecer como desaparece el aire.
Si Violétika hiciera una pelíkula; apuntes sobre un arte populáriko y modérniko
A partir de su obra ya no se puede hablar de una tradición folclórica entendida como un conjunto de expresiones y prácticas que deben ser preservadas en formol. Violeta entendió antes, y mejor que nadie, que para asegurar la supervivencia de un acervo cultural amenazado por los acelerados procesos de homogenización que instauró el siglo XX, era necesario desplazar el enfoque creativo desde el pasado hacia el futuro.
Compañero Mario, un lanzazo al patrimonio fílmico de Chile
«El footage siempre lo trabajaban los que tenían plata, siempre los burguesitos que iban al persa Bio Bio a comprar material, después se compraban un proyector de 16, lo grababan y hacían películas. Los que en general ocupan el footage siempre tratan de conseguir el original del original. El de nosotros fue digital nomás. No nos íbamos a poner a buscar 16 milímetros para que se viera en mejor calidad. Por esa misma urgencia del mensaje, de la bronca contra el mensaje, de la bronca contra las imágenes.»