Los últimos gajos de sol enrojecen tramos disparejos de cielo y con mi abuela cruzamos el polvoriento peladero en dirección a la cancha, envueltos en el frescor de la tarde de algo así como octubre. Este no es un recorrido inocuo. De ese lado está el campamento; un conjunto de casas levantadas con retazos irregulares y delgados de tabla.