Y entonces la “herida abierta” toma por asalto a la ciudad. Somos habitantes de esa herida en los territorios diurnos y nocturnos. Nos cubren los verbos que hacen algo con nosotras en este territorio cadavérico, herido: oír, aguzar inevitablemente el oído para saber de las cosas, esas cosas que vemos e imaginamos en el cotidiano habitar esta city. La herida mana, derrama palabras, como las de la fotografía, me digo, esa pizarra pública que no se muerde la lengua, la libera, me digo, nos libera inquietándonos una y otra vez.