¿Cómo? ¿El poeta Juan Carreño escribiendo sonetos?

¿Cómo? ¿El poeta Juan Carreño escribiendo sonetos? Precisamente por la fama de quienes se autodesignaron guardianes del soneto es necesario escribirlos -y deformarlos, si no, cuál sería la gracia- porque hay que ocupar todos y cada uno de los espacios que el mundo conservador cree, no sé de dónde y por qué, de su propiedad.

[ADELANTO] “Nord Stream”, sonetos de Juan Carreño

trato de tener miedo a estar vacía
pero el trago está buenardo y mejor
hay canciones que surgen y fracaso
en esa parte de cuidar algo

Escribí caleta, siempre escribo harto. Crónica de la travesía de un nuevo libro

En bicicleta y en bus, el poeta y escritor recorrió el sur distribuyendo su nueva novela, Pasta Láser. “Salí en Copa América y volví en olimpiadas”, escribe en esta crónica donde narra amistades, aventuras de carretera, y se refiere a su registro fotográfico sobre las animitas de Chiloé, que pretende convertir en libro. “Es un catálogo de la muerte”, anota.

El planeta de los hombres

cuando Namecuseí explotó /por culpa de Friser /que mató a todos los picoro /de ese planeta /los picoro chico /pobres /pura gente buena /pero verde /y hombres /porque los namecuseí /eran hombres /que se reproducían /vomitando

El rey del oxicorte

Regresamos a Chile porque todo olía a farmacia, todo era políticamente correcto y las concesiones le quitaban aire a la pasión. Y lo debo repetir: la palabra concesión se inoculó en el ADN del país como lo venéreo, a la primera concesión, al primer arrendamiento, a la primera firma de contrato, a la primera exigencia de servicios: fichados, enfermos y chilenizados.

¿Estamos muy lejos de La Pintana?

Porque a pesar de que viaje constantemente, pareciera que el Juan siempre tiene un pasaje guardado de vuelta a La Pintana. Donde hay “balnearios populares como las piscinas en las veredas”, donde “en la calle José Santos González Vera todo es tan claro”.

Un incendio forestal en el barrio alto de la narrativa chilena: «Budnik» de Juan Carreño

Podríamos decir que todo Budnik se rebela contra esta práctica que capitaliza la realidad, como si operase con objetos desechables. Ante ello, la estrategia es tajante: la autoexpropiación como estética y consigna, como una ética a contramano de la enajenación y el individualismo, como amorosa entrega a lo colectivo.

Ir a la trinchera

Ir a La Trinchera juega con imaginarios como puntas de lanza de un sarcasmo que se enfrenta, ante todo y todos, al ritmo irreductible de nuestra realidad, de nuestra ciudad. No de cualquier ciudad, sino de ésta ciudad, ajena, despreciable, irrepetible, nuestra en su enajenación