Y es que García Márquez ya había dicho en noviembre del ’50, para El Heraldo de Barranquilla, que si el mundo fuera “menos trágico y almidonado”, el “problema turbulento de Oriente y Occidente” se resolvería con un partido de fútbol. El problema, claro, es que Kennedy sabía perfectamente bien que lo suyo era el béisbol y no el fútbol, el jazz y no el ballet, y para eso estaba Louis Armstrong.