Ni Camus ni Rulfo tuvieron, a propósito de lo mismo, la mala fortuna de conocer fenómenos con nombres tan apocalípticos como aberrantes: la sexta extinción de las especies o el deshielo de los polos. Cuestiones que, por cierto, parecen pasar desapercibidas para todos o al menos ganarse nuestra más absoluta indiferencia.