A partir de su obra ya no se puede hablar de una tradición folclórica entendida como un conjunto de expresiones y prácticas que deben ser preservadas en formol. Violeta entendió antes, y mejor que nadie, que para asegurar la supervivencia de un acervo cultural amenazado por los acelerados procesos de homogenización que instauró el siglo XX, era necesario desplazar el enfoque creativo desde el pasado hacia el futuro.