No es posible idealizar el efluente (la historia colectiva), ni tampoco el afluente (la historia personal). Por eso resulta mejor admitir la opacidad de las aguas, la imposibilidad de pureza en este río donde se coagula la sangre de la herida.
Un corazón y el río: la herida de Daniela Catrileo
Habitar entonces en el corte, en el tajo, en la herida. Si las aguas de este río fluyeran solo arrastrarían el olvido, la desmemoria, la falta, la pérdida.