En su especificidad y singularidad irrepetibles, la búsqueda que asume y declara el texto de Carlos Leiton, queda inscrita, desde su epígrafe, en la escenografía que despliega la presencia y figura de la diosa Laverna, cuando desde el podio que circunscribe la experiencia de la voz Víctor, de Víctor/Manuel, de Ada, coinciden las escrituras que no podían ensamblarse.