Negarse a reconocer la vocación política que tiene la praxis del ser y habitar como mujer, enfrentando la constante violencia de la subalternización; es, en definitiva, desconocer que somos todos sujetos políticos. Y con eso, violentar dos veces.
Negarse a reconocer la vocación política que tiene la praxis del ser y habitar como mujer, enfrentando la constante violencia de la subalternización; es, en definitiva, desconocer que somos todos sujetos políticos. Y con eso, violentar dos veces.